Así es la mirada de los penquistas en las Misiones de Paz en Haití
Por estos días el buque Sargento Aldea de la Armada está repatriando al último contingente chileno que estuvo apoyando las labores de la ONU en el país caribeño. Fueron 13 años de presencia ininterrumpida ayudando.
Luego de 13 años de presencia permanente en Haití, comenzó el retiro de las tropas chilenas que colaboran con la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas (Minustah) en ese país.
El sábado 24 de junio, el buque Sargento Aldea de la Armada llegó a Cabo Haitiano para cargar más de 580 toneladas de equipamientos, entre los que se cuentan 80 vehículos y 15 contenedores usados por los militares durante la misión. Además, repatriará a los últimos 53 efectivos que permanecían en la base chilena. Fueron más de 12 mil los uniformados que pasaron por el Batallón Chile, localizado en la ciudad porteña de Cabo Haitiano.
Drástico cambio
"Llegar allá genera una sensación como de llegar al tercer mundo, porque no hay iluminación ni alcantarillado, la miseria que se observa es muy grande", comenta el mayor Miguel Maritano, que a principios de 2011 arribó a Haití como parte de una de las misiones, que generalmente duran entre seis y siete meses.
Pero la rudimentaria urbanización no fue la única diferencia que encontraron los uniformados en dicho país. "Era común ver a mujeres lavando ropa o desarrollando otros quehaceres del hogar con varios niños a la siga, mientras los hombres dedican la mayor parte del tiempo a descansar o jugar. La verdad es que no se estresan con nada y esa diferencia cultural es muy notoria".
El suboficial mayor Marcos Maturana estuvo en Haití desde mayo de 2010 hasta febrero de 2011 y coincide en que la primera impresión al llegar es muy fuerte: "Chile es un país que, aunque no nos damos cuenta, tiene un nivel de desarrollo bastante alto comparado con otros países del continente".
"Los primeros días la impresión y el cambio cultural eran bastante fuertes. Veíamos a hombres portando machetes en la calle y no sabíamos si querían atacarnos o andaban trabajando, después uno se acostumbra", ejemplifica.
De acuerdo al suboficial mayor Maturana, los niños son los que más conmueven a los militares que forman parte de la misión. "Al principio uno quería darles todo lo que pedían porque toca la fibra verlos en tan malas condiciones, pero después los niños pasan de pedir a exigir cosas y ahí es necesario que el trato cambie, sin dejar de lado la cercanía".
Brindar estabilidad
Una de las funciones principales de las fuerzas en Haití es brindar seguridad a la población, que desde 2004 vive una etapa de inestabilidad social y que constantemente debe enfrentar revueltas políticas.
De hecho, fueron las Fuerzas de Paz internacionales las que hicieron posibles las elecciones presidenciales de 2011, amenazadas por el levantamiento de caudillos en diversas provincias del país.
"Habían distintos grupos que buscaban desestabilizar las elecciones", comenta el mayor Maritano, y explica que "es un proceso mucho más difícil porque se desarrolla en un país que no tiene estadísticas de población y tampoco tiene padrón electoral, entonces nosotros apoyábamos un proceso que intentaba desarrollarse de la manera más normal posible".
Pese a todo ello, las labores de los denominados "cascos azules", también incluyen actividades cercanas a la población.
"La idea es generar una mayor confianza desde ellos a las Fuerzas de Paz desplegadas en el país", cuenta el sargento segundo Gastón Álvarez, que estuvo en Haití primero en 2007, y nuevamente en 2011. Ambas oportunidades en estadías superiores a los seis meses.
"Cumplíamos labores de patrullaje y cuidábamos puntos específicos, pero también desarrollábamos actividades más cercanas con la ciudadanía. Hacíamos actividades en colegios, compartíamos con ellos como una forma de desarrollar relaciones más humanas, además de nuestra misión principal", destacó.
Avances en haití
Como la mayoría de los chilenos desplegados, el sargento estuvo en Cabo Haitiano en sus dos estadías, por lo que pudo comparar las realidades que se vivían hace casi una década y las que encontró a su retorno, en 2011.
"En 2007 las condiciones eran muy precarias, lo que se hacía muy evidente en los patrullajes por las calles. En ese tiempo estaban trabajando para salir adelante", afirma Álvarez, que para su segunda misión encontró un país muy distinto: "Obviamente hay dificultades que permanecen, pero hay un cambio rotundo a lo que era. Se nota que hay más organización y además habían más sectores con energía eléctrica y se había desarrollado mucho más el comercio".
Sacrificios personales
Formar parte de las misiones en Haití es la etapa final de un proceso de postulación al que los uniformados acceden de manera voluntaria.
Pese a ello, hay costos a nivel personal que deben asumir. El suboficial mayor Maturana dejó Chile un par de meses después del terremoto del 2010. "En mi familia estaban todos bien, además cuento con el apoyo incondicional de mi señora, porque en el tiempo que uno estuvo fuera, fue ella la que atendió las necesidades de los hijos. Es fundamental", explica a La Estrella.
Los cumpleaños y celebraciones son otras fechas que los uniformados debieron pasar lejos de los suyos, aunque bien acompañados por sus camaradas y además comunicados de manera permanente mediante videollamadas con sus familias.
El mayor Maritano cuenta que partió hacia Haití apenas una semana después de que naciera su hijo. "Los seis primeros meses lo vi crecer por llamadas de Skype. Afortunadamente, nuestra conectividad era muy buena, así que podíamos estar al tanto de lo que pasaba en nuestras casas", dice.
Durante los ratos libres, las actividades se limitaban al interior del cuartel, donde se distraían haciendo deporte o viendo películas.
El sargento segundo Álvarez cuenta que "había videojuegos, sala de películas, mesas de pool, taca taca y otras cosas. Por motivos de seguridad, estábamos la mayor parte del tiempo al interior".
Maturana relata que durante las noches eran frecuentes los toques de queda, "así que las salidas eran para hacer actividades extraprogramáticas en orfanatos o incluso en la cárcel", así que se practicaba mucho deporte y también se leía bastante.
"Cuando había vacaciones, la mayoría viajaba a República Dominicana, porque era lo más cerca".
Experiencia de vida
Los uniformados rescatan la posibilidad de interactuar y compartir experiencias con militares de otros países, todos unidos por un solo objetivo.
"Todos estábamos trabajando por aportar un granito de arena a la estabilidad de un país", cuenta Álvarez.
Además, aseguran que una vez de vuelta en Chile se valora mucho más la realidad de nuestro país. "Es una experiencia enriquecedora, porque uno se da cuenta que el mundo es mucho más amplio de lo que uno imagina y al volver se valora a Chile de una manera distinta", asegura el mayor Maritano.
Coinciden además en señalar que Haití aún tiene un largo camino por recorrer y, de acuerdo al mayor Maritano, la informalidad de temas tan simples como la propiedad inscrita dificultan la inversión extranjera en el país. "Pese a ello, es indudable que el trabajo de la ONU ha servido para mejorar las condiciones en las que viven los haitianos", subrayó.
"Los primeros días en Haití la impresión y el cambio cultural eran bastante fuertes"
Marco Maturana,, suboficial mayor del Ejército"
"Es una experiencia enriquecedora (...) al volver se valora a Chile de una manera distinta"
Miguel Maritano,, mayor del Ejército de Chile"
53 uniformados fueron los últimos en retornar desde la misión enHaití, que duró 13 años.