Rescatan los recuerdos de cinco ancianos de Cobquecura y los transforman en patrimonio vivoQuiere que su pueblo herede sus cancionesGuarda antiguo sistema de tejido en un bolilloEspera que los artesanos vean su técnica secretaJuntó museo en su casa y quiere volver a escribir la historia de Cobquecura"Podría estar cantando por más de un mes sin repetir ninguna canción"
Silvia espera compartir las historias con los estudiantes del pueblo para que las tradiciones que guardan no sean olvidadas.
Muchas veces, no valoramos lo que tenemos cerca. A veces dejamos pasar por alto las historias que nos narran nuestros abuelos. Caemos en el error de no dejar que nos traspasen su sabiduría y hacemos que sus conocimientos se vayan al olvido. Dándose cuenta de esta triste realidad, Silvia Fernández Stein decidió transformar los recuerdos en un legado.
Ella vive desde hace décadas fuera del país, pero siempre ha estado pendiente de lo que ocurre en sus tierras y viaja constantemente a la Región del Bío Bío. A través de sus viajes por el mundo, ha podido conocer cientos de realidades y entender cómo se valora a los ancianos y el patrimonio vivo que representan. "Después de leer un artículo, en 2004, sobre la cercanía del Bicentenario, decidí hacer un aporte relacionado con la Historia. Poco tiempo después visité Cobquecura y me enamoré de sus calles, su gente y una antigua casona que restauré", relató.
En su estadía, conoció a cinco ancianos. Todos ellos exponentes de una actividad artística única. Conocen canciones olvidadas, técnicas de bordados y guardan objetos especiales. Silvia quiere que sus legados perduren. J
l Con su fiel guitarra, Iris Arellano (87), interpreta canciones que pocos conocen pero pagarían por escuchar y hacer propias. Desde su casa, reconstruida tras el terremoto como gran parte de las viviendas de Cobquecura, esta folclorista relató a La Estrella que "mis canciones las aprendí de mis padres. Me acuerdo harto de la época del terremoto de Chillán, en 1939. En esa época cantábamos harto para pasar el mal rato. Esas canciones las logré recopilar y le entregué a Margot Loyola todo ese material. Los temas, se han hecho famosos a través de ella. Siempre estamos en contacto a través de cartas y, como ella, son muchas las personas que vienen a buscar tonadas que nadie más conoce. La mayoría de los temas guardan relación con el mar. Por desgracia, gran parte de lo que sé, nunca ha sido escrito. Ni las melodías ni las letras. Pero me gustaría heredar mis temas, como un legado para mi pueblo".
La música la mantiene llena de vitalidad y está esperando mejorar de su garganta para volver a cantar. Iris ha sido integrante de conjuntos folclóricos y Cobquecura la reconoció como hija ilustre. Además, ha recibido grandes reconocimientos en Santiago y otras ciudades del país. J
l Quien no conoce el trabajo de María Elena Alarcón (90), podría pensar que el antiguo equipo que utiliza es un instrumento musical. Pero no. Es una poco conocida técnica que le permite hacer blondas tejidas en hilo, en un trabajo hecho con al menos 16 palillos que utiliza al mismo tiempo. Su habilidad es única y es una de las últimas conocedoras de este arte perdido en los campos del país. Mientras teje, los palillos van produciendo una melodía relajante y que da cuenta de la paciencia de María Elena. Ella puede dedicarle meses a un solo trabajo.
"Es un bolillo de aserrín, cubierto de un género a rayas que sirven como guía. Este cojín va girando en la medida en que avanza mi tejido. Es un trabajo que toma mucho tiempo, pero el producto terminado dura muchos años. Siempre que termino una blonda, guardo un trozo para que me quede un recuerdo del diseño. Ya nadie lo valora, pues está lleno de confecciones chinas que tratan de parecerse y se venden a muy bajo precio. Pero nunca van a ser igual".
Además, se dedica a escribir poesías. Sus hijos la ayudaron a publicar un libro en donde se recopilaron parte de sus obras, relacionadas a vivencias en el pueblo y tradiciones de la zona. J
l Basta con ver las manos de María Elena Jiménez (92) para darse cuenta que tienen la piel de un artesano. Sus dedos largos y hábiles se han ido deteriorando con la edad y las enfermedades, pero el conocimiento y la destreza aún la acompañan. Ella vive entre los cerros a la entrada de Cobquecura. A pocos metros de su casa hay un bosque donde, hace muchos años, encontró junto a sus padres un lugar lleno de arcilla especial para confeccionar artesanías y arena para pintarlas a través de una antigua técnica. "Ya casi no me queda cabeza para contar cuántas piezas he hecho, pero empecé desde los 18 años a construir fuentes de greda que usaban las familias del pueblo para cocinar y tener en el jardín o el baño. Todo lo hago con el método antiguo, que no utiliza el torno y sólo con la habilidad de mis manos", contó con lucidez. Los conocimientos los obtuvo de su padre, quien construyó gran parte de las tejas del pueblo, declarado patrimonio nacional.
Además, María Elena Jiménez conoce una poco conocida técnica para pintar las casas a través de arenas de colores. El material está oculto en distintas partes de Cobquecura y sólo ella sabe cómo llegar. Teme que, debido a su avanzada edad, sus secretos se terminen con ella. Por lo que espera que los artesanos del pueblo se interesen en aprender de sus conocimientos y experiencia. Fue reconocida por el Consejo de la Cultura y las Artes. J
l Mientras trabajaba como auxiliar hace más de cuarenta años, Exequiel Valenzuela comenzó a juntar piedras con formas extrañas y típicas de Cobquecura. Poco a poco, los estudiantes comenzaron a ayudarlo y llevarle minerales. Con el tiempo, le pasaban antigüedades y sus ganas por coleccionar diversos artículos históricos creció aún más.
En la actualidad, Exequiel tiene un museo con más de 5 mil piezas en su casa y recibe visitas de turistas quienes le aportan con artículos desde el extranjero.
Entre su colección hay antiguas maquinarias, artesanía indígena, mapas, libros e instrumentos musicales. Él ni siquiera cobra por la visita, pero quienes van y conocen su historia le han hecho donaciones para que continúe equipando el lugar, pues después del terremoto sufrió grandes daños.
"Si fuera posible, me gustaría escribir una nueva historia fundacional de Cobquecura. De acuerdo a todo lo que he recopilado, hay muchos datos que no concuerdan con lo que se ha historiado", reveló.
Añadió que, hace un tiempo, el municipio se había comprometido en ayudarlo a adaptar un espacio para su colección. Pero ello aún no se concreta. Según expresó, a veces siente que como no posee los estudios de un historiador, a veces no valoran su trabajo ni aporte por la zona. J
l Canciones olvidadas y platos típicos son parte de los secretos que quiere compartir María Irenes Orellana (74). Ella aprendió sus conocimientos folclóricos a través de sus padres y hermanos, quienes están muy ligados a la música. "Podría estar cantando por más de un mes sin repetir ninguna canción. A veces me sorprendo de la forma en que viajan los temas. Por ejemplo, una vez, escuché a Nana Mouskouri interpretar una melodía que me cantaba mi mamá, tema que provenía de estas tierras y que, de seguro, llegó a sus oídos".
Además, María Irenes es una experta en la cocina típica de la región. Cada receta la ha conocido a través de sus vivencias y algunas son muy poco conocidas.
"La más sencilla y que más me gusta, es la del pavo al limón en horno de barro, con una ensalada de cebolla. El pavo se aliña con comino y ajo. Después se macera con limón y se deja reposar antes de ir al horno. Se acompaña por una ensalada de cebolla. Para hacerla hay que echar a cocer las cebollitas y se completa con harto cilantro picado con huevo duro rallado", contó.
Según explicó, no hay ningún registro escrito que dé cuenta de todo lo que sabe, por lo que valora la iniciativa de Silvia Fernández Stein, quien espera plasmar todo en papel y entregarlo como un obsequio a los estudiantes del pueblo. J