Conozca la curiosa historia de la mina de carbón construida bajo el centro de Curanilahue
Sus cuidadores invitan a todas las familias de la zona a que visiten el museo y conozcan como era la vida de los mineros.
l Juan Pablo Fariña López
La ciudad de Curanilahue, ubicada a 93 kilómetros al sur de Concepción, nació de un antiguo asentamiento minero a finales del Siglo 19. Más de cien años después, el cierre de la última mina estatal de la ciudad supuso el fin de una cultura profundamente identificada con la extracción de carbón por generaciones. Sin embargo, en pleno centro de la ciudad, en la calle Arturo Prat 1328, se encuentra el Ex Sindicato de Trabajadores de Colico Trongol, donde espera José Paz, ex minero de la zona y uno de los creadores del Museo Minero y la Galería Interactiva, propuesta única en la historia de la extracción de carbón chileno.
Al llegar, es difícil imaginarse dónde tiene cabida la galería subterránea que recrea como funcionaban las minas de antaño. El salón principal del sindicato es muy amplio y está adornado con globos y serpentinas, parece que no hace mucho se celebró una fiesta, José explica que a veces lo utilizan como centro de eventos y que sirve para generar algunos recursos extras que nunca vienen mal. Hasta ahora nada de museo, pero en el fondo de allí está el museo propiamente tal.
El lugar no es tan grande como el salón que le antecede, pero está muy bien cuidado, cargado de historias y objetos únicos de la vida minera. Perforadores en las paredes, mostradores con baterías, máscaras y teléfonos, muñecos con las indumentarias de trabajo y muchas fotografías de diversas épocas se pueden encontrar en este museo lleno de nostalgia, esfuerzos y sacrificios, valores propios de la identidad carbonífera.
"Tras el cierre de la mina Trongol sentíamos que toda nuestra historia no podía quedar enterrada. Necesitábamos hacer algo para resguardar esa cultura, que es propia de nuestra zona y salvar a la minería de carbón del olvido. Por eso, junto a Víctor Fuentealba y otros compañeros, comenzamos con la recolección de objetos mineros con la idea de hacer una muestra. Cuando la idea agarró vuelo pensamos que sería mucho mejor hacer una galería aquí mismo en el sindicato, para que la gente, aparte de ver, pudiera experimentar y sentir por si mismos cómo era estar en una mina".
Con respecto al financiamiento de este proyecto cultural, José explica: "El museo se mantiene por el apoyo de privados y de la Empresa Nacional del Carbón, que se ha portado un siete con nosotros y gracias a ellos pudimos armar este cuento. Obviamente también hemos puesto de nuestros bolsillos, pero aún así, no cobramos entrada por visitar el museo, sólo recibimos aportes voluntarios.
"Hemos postulado por tres años seguidos a fondos culturales y no hemos recibido nada. Este año, sin embargo, postularemos de nuevo. No vamos a dejar de intentar obtener recursos para mejorar este museo".
En el fondo de la habitación principal, junto a la oficina del museo, se encuentra la oscura entrada a la mina artificial. El aire frío se siente desde el inicio en el estrecho pasadizo. Los horarios de atención son de lunes a viernes y las visitas se realizan a las once, doce y cuatro y media de la tarde. Los ex mineros construyeron una galería que cuenta con diversas máquinas fundamentales para la extracción de carbón y explican cómo funcionaba la mina.
"Nos demoramos cerca de un año en levantar esta galería y como estamos en pleno centro de Curanilahue, muchos creían que estábamos habilitando una mina real", comenta José, mientras ingresa. Las vigas que soportan el techo de la estructura son idénticas a las que se utilizaban en las minas de verdad. La altura de la galería es baja y los golpes en la cabeza son constantes. José cuenta que en realidad trabajaban en galerías más pequeñas incluso, pero por una cosa de comodidad, prefirieron hacerlas un poquito más grandes.
Durante su relato, José destaca, ante todo, la importancia de la ventilación y la necesidad de que el aire contaminado, con el gas grisú, circulara por los pasillos y saliera de la galería. "En esos tiempos había que ser súper cuidadoso, porque si algo generaba una chispa en un lugar con grisú, todo al instante, se incendiaba, porque el mismo polvo del carbón favorecía la expansión del fuego. Era terrible".
Al ser consultado sobre lo que más extraña del trabajo en las minas, José no duda en señalar: "La verdad es que se echa de menos el compañerismo que había entre los mineros. No existían los nombres en la faena, todos nos tratábamos de hermanos y era una ley cuidarse las espaldas. En la mina nunca se andaba solo, todos éramos una familia y ese laso único, nos hacía más fuertes ante la adversidad".
"Yo soy hijo de minero y he vivido toda mi vida en Curanilahue. Ser minero era un oficio común en todas las familias. Yo empecé cuando tenía 22 años y cumplí hartas funciones, pero me considero barretero. A pesar de todo lo malo, los pulmones dañados o los dolores de espalda, algo de mi quedó en la tierra y eso es lo que queremos mantener vivo en este museo", relata con emoción.
"Los más viejitos se emocionan mucho, porque creo que sienten el mismo vacío que tenemos nosotros con respecto a la vida en la mina. Es gente que toda su vida estuvo ahí, igual que uno".
El recorrido finaliza y José puntualiza: "Queremos seguir mejorando y hacer más cosas acá. Queremos hacer particípes de todo esto a la gente de toda la región. Si algún día, nosotros no estamos, queremos que el lugar se siga manteniendo, porque no podemos olvidar los inicios de nuestra ciudad, los nuestros y lo importante que fue la industria carbonífera en esta zona". J
l Cerca del año 1910 se desarrolla una campaña en pro de la creación de la comuna de Curanilahue y se da como razones el alto aporte económico al municipio de Lebu y el abandono en que se encontraba el sector. Luego de ardientes argumentaciones, la polémica finaliza en el año 1913 y bajo la presidencia de Ramón Barros Luco se firma el decreto que crea la Comuna de Curanilahue, satisfaciéndose un anhelo largamente acariciado.