El constructor de armaduras de Concepción revela su pasión por los metales y las batallas
l José Manuel Castillo
Las armaduras de combate, tal como todos las conocemos, eran vestiduras que entre el Siglo X y el XVI, aproximadamente, fueron vitales para expandir imperios, defender territorios, dirimir disputas de toda clase e incluso para entretenimiento deportivo. Fue, según los expertos, la invención de las primeras armas de fuego de infantería, específicamente el arcabuz y el mosquete (Siglo XVII), las que finalmente las dejaron obsoletas.
Sin embargo, el interés por conocer de ellas, la utilidad que prestaban y cómó se utilizaban, hoy, a más de cinco siglos de su desaparición de los campos de batalla europeos, asiáticos y también africanos, continúa vigente. Los niños se asombran cuando las ven, los jóvenes quieren sacarse selfies con ellas y muchos hombres con grandes recursos no dudan un segundo en gastar altas sumas de dinero por tener una de ellas en casa.
Rodolfo Torres es un penquista de 47 años de edad que toda su vida ha admirado a aquellos antiguos caballeros medievales que diseñaban y a los artesanos que fabricaban estas verdaderas obras de arte. Ese interés se podría decir que nace durante su infancia en Birmingham, Inglaterra, lugar en donde pudo ver increíbles exhibiciones en museos y castillos.
"Ése es precisamente mi sueño. A mí me gustaría que acá pudiésemos hacer lo mismo que se ha hecho en Europa. Acá podríamos reconstruir los fuertes españoles de la época de La Conquista, como el de Cañete, por ejemplo, y presentar allí lo que sucedió en nuestras tierras. Me gustaría que los niños de nuestras poblaciones pudieran ver y tocar la historia con sus propias manos, no sólo verla en los libros", señala el hombre, que no duda un segundo en señalar que leer el poema épico "La Araucana" debería ser obligatorio en los liceos públicos nacionales.
En estos momentos cuatro de sus armaduras están expuestas en el hall de la Biblioteca Municipal de Concepción: se trata de una de estilo otomano, una bretona, una polaca y una española. Todas réplicas exactas de las que se usaban alrededor del Siglo XVI. Cuenta que la primera en construir de esas cuatro fue la polaca, en el 2006, la cual le tomó cerca de tres meses en taller y sin contar el tiempo dedicado a la investigación previa, mediante el abundante uso de literatura especializada y también enciclopedias.
Comenta que precisamente la etapa de la investigación es una de las más complejas dada la escasa información que en Concepción se puede obtener sobre este tema y que dicha parte del trabajo se divide en dos: la recopilación de antecedentes sobre el funcionamiento y la morfología de las armaduras.
paso a paso
Sobre el funcionamiento, se refiere al conocimiento que se debe tener con respecto a la ubicación de las bisagras y los espacios de tolerancia de movilidad, entre otros.
La morfología, en tanto, tiene que ver, efectivamente, con las formas humanas, mediciones y cálculos que las hagan ser utilizables para la persona. "Para esto último, en un principio trabajé con maniquíes, pero luego me di cuenta que eso no me servía de mucho, por la rigidez, así que comencé a hacer plantillas de mi propio cuerpo y mi cráneo", agrega.
Cabe señalar que cada una de ellas tiene un peso que ronda entre los sesenta y los setenta kilos. En ese sentido, Torres explica que si una persona va y se coloca una armadura como si fuera una prenda de ropa común y corriente, es muy probable que se caiga y no resistiría ni diez minutos con ella puesta, pero que su maniobrabilidad, a diferencia de lo que se cree, no está solamente en la fortaleza física de quien la lleve, sino que en lo bien ajustadas que estén las correas interiores, que permiten repartir el peso de forma uniforme. "De hecho, en la Edad Media, los soldados no sólo podían montar a caballo, sino que también utilizar espadas, escudos, correr e incluso saltar con ellas", explica.
Agrega que en todo caso las medidas no eran estándar, sino que se hacían a pedido. Sólo los hombres muy excedidos de peso utilizaban cotas de mallas con petos de placas metálicas. De hecho, comenta que algunos grandes reyes europeos llegaron a tener hasta mil artesanos trabajando en sus armaduras.
Todos esos trabajadores, al igual que el penquista, utilizaban la técnica del batido en frío (la más antigua), batido en caliente y más tarde en el uso de troqueles (moldes).
De todas ellas, la que más utiliza Torres es la del batido en frío, que consiste, a grandes rasgos, en el golpeteo constante de la placa metálica a trabajar con un objeto conocido como "Martillo de Peña". Ello, explica, permite que el metal se vaya calentando de a poco, en forma natural y vaya tomando la forma que se desee tener. De hecho, para aplicar las formas cóncavas y convexas, se golpetea sobre troncos o esferas de hierro.
yelmo y guantes
Con respecto a partes específicas de la armadura, Rodolfo Torres se detiene a explicar el funcionamiento del yelmo (protección de la cabeza). Señala que éste está compuesto por tres partes fundamentales: la visera, la parte frontal y la nuca.
La visera, por ejemplo, cumplía una función muy importante cuando se bajaba para proteger la cara durante la batalla. La parte frontal y la nuca en tanto, protegían de golpes de espada al cuello y también de objetos contundentes por la zona lateral de la cara.
Por ejemplo, en la armadura española, la nuca tenía una especie de tubito adosado, sobre la cual se colocaban grandes plumas que permitían dar sombra durante los ardientes veranos ibéricos, lo mismo que las bretonas en cuya parte superior se enganchaban telas que permitían dar sombra al estilo de los pueblos árabes. Dicha punta se heredó a lo largo de la historia a través de los cascos militares prusianos.
Otra parte importante de la vestidura son los guanteletes (guantes), los cuales, para Rodolfo, son una de las partes más complejas de hacer, dado que llevan un total cercano a las sesenta bisagras en el espacio de una mano. "Es una de mis partes favoritas de la armadura, porque representa un desafío mayor para mí, dada su complejidad", apunta el artista, que pretende postular su creación a un Fondart o a otro tipo de financiamiento que le pueda permitir ampliar la muestra.
Por último, explica que el tórax estaba cubierto principalmente por una cota de malla, la cual, en algunos casos, tenía un doble, triple y hasta quíntuple remallado, lo cual iba mejorando la seguridad del guerrero. También los remallados, cuando eran martillados (aplanados), ofrecían mejor protección contra apuñalamientos o ataques frontales de espadas.
Bajo la cota de malla se utilizaban pesados abrigos de cuero y lana que permitían acolchar y que de ese modo el cuerpo no se resintiese con los golpes.
sus favoritas
A la hora de hablar de su estilo de armadura favorita, este penquista, que hace varios años trabaja como diseñador de interiores de empresas, vitrinista y restaurador de muebles antiguos, no lo piensa dos veces para hablar de las polacas.
"Las armaduras polacas están basadas en el diseño de las húngaras y son mis favoritas. Se cuenta que éstas se hacían de acuerdo a las solicitudes de los capitanes. Tenían muchos adornos, se utilizaban muchas figuras mitológicas, usaban máscaras y hasta enormes alas", relata.
Estos caballeros, conocidos como "Los húsares alados" polacos, fueron un cuerpo de caballería pesada de la mancomunidad de Polonia-Lituania en el Siglo XVII. Sus rasgos más representativos eran unas alas sujetas al espaldar de la coraza, todo lo cual les daban un aspecto temible en el campo de batalla.
"En esa época, el mundo estaba lleno de supersticiones, entonces cuando un ejército se enfrentaba a otro y veía escudos como éste (indica el Bretón del Siglo XVI) al frente solo podía imaginarse desgracias o que eran parte de un embrujo", sostiene Torres, quien solo tenía tiempo para construir sus armaduras durante sus tiempos libres.
Por ahora está trabajando en una armadura bizantina y en la próxima exposición que se realizaría durante las llamadas "Garciadas", a realizarse durante la segunda semana de enero en la Municipalidad de Cañete, donde además se presentarán otras dos armaduras españolas del Siglo XVI. J
"Acá podríamos
reconstruir los
fuertes españoles
de la época de la
Conquista".