Niños cambiaron cajas y tarros por instrumentos de cuerdas y se lucen en orquesta sinfónica
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Uno de los principales caminos que lleva a la población Tucapel Bajo es una vía de tierra empinada. Los días sábado, esa calle sin pavimentar se llena de niños que, desde temprano, la recorren con enormes estuches de instrumentos musicales. A algunos sólo se les ven los zapatitos pateando el polvo, pero pese a que son pequeños, las ganas por llegar a ensayar a su orquesta son enormes.
Se juntan en los salones de Balmaceda Arte Joven, en donde se les facilita la infraestructura y equipos necesarios para sus clases, a cargo de profesores universitarios. Ellos, con harta paciencia y cariño, han potenciado las habilidades de los chiquillos. Algunos de los niños tienen sólo cinco años y ya están participando en el conjunto. También han hecho presentaciones en grupo y de forma individual en sus colegios.
Partieron con cajas
Carlos Fernández está en cuarto básico y toca el chelo. Y él, por ejemplo, siempre tuvo habilidades para la música, según contó Patricia Ramos, su mamá. "Cuando era más chico, metía tapas dentro de las cajas de remedios y las hacía sonar. Le pegaba con las manos a los cuadernos o a la mesa y así me empecé a dar cuenta de que tenía talento para la música. Ahora cambió todo eso por instrumentos profesionales", relató con orgullo.
Pero Carlos no fue el único que empezó así, con lo más básico. La mayoría de los niños, explicaron sus papás, partieron con la música usando las cosas que había en casa: tarros, palos, mesas y juguetes. Varios apoderados identificaron que sus pequeños tenían cierta habilidad y, por eso, cuando se enteraron de que en Balmaceda Arte Joven estaban haciendo audiencias, no dudaron en presentarlos.
"Hay que tener harta dedicación. Yo toco el chelo y a veces me llegan a doler los dedos por las cuerdas. Pero me gusta y ensayo todos los días", afirmó Carlos.
Reclutaron talentos
Sergio Barría, profesor y director de la sinfónica de niños, explicó que "ellos vienen de los sectores más inmediatos al lugar en donde ensayamos, es decir, Tucapel Bajo, Lorenzo Arenas y Manuel Rodríguez. Hacemos la convocatoria en colegios cercanos, con visitas curso a curso y también a través de las juntas de vecinos. Después de contactar con los niños, darles la bienvenida y enseñarle lo más básico, les dejamos un tiempo inicial para que conozcan los instrumentos y decidan si quieren participar o no en la orquesta".
Como no es un trabajo sencillo el que hacen, explicó el profe Sergio, hay algunos que abandonan, pero que lo mejor es darse cuenta altiro de eso, con la finalidad de que participen por gusto propio y no por obligación de sus papás. Además de eso, "ellos pueden llevarse los instrumentos a su casa, ya que junto con el trabajo y las clases con nosotros, es importante que ellos puedan ir ensayando en casa".
Orgullo de Tucapel
El trabajo que han hecho con los niños tiene a sus papás con el pecho inflado. La Estrella conversó con varios apoderados y muchos coincidieron en que el sector en el que viven, Tucapel Bajo, suele hacer noticia por hechos negativos, como casos de delincuencia y drogadicción. Sin embargo, el barrio está lleno de ejemplos positivos, de esfuerzo, de cariño y bondad entre sus vecinos. Muestra clara es lo que han hecho con los niños de la sinfónica de Balmaceda Arte Joven.
Los niños se mantienen ocupados en una actividad sana, educativa y que pone un objetivo que también involucra a sus familias. "Ellos contagian su motivación a su familia. Incluso vienen sus hermanos. Sin embargo, nosotros no los impulsamos a que tomen la música como una carrera profesional, sino que la incluyan dentro de lo cotidiano. Es algo tan transversal que hace bien tanto a quienes la interpretan, como a los que la escuchan", explica el profesor.
Hacen amigos
Otra de las ventajas, explicaron los papás, es que los niños han desarrollado harto su personalidad. En la sinfónica tienen incluso más amigos que en el colegio y muchos apoderados nunca se imaginaron que los pequeños iban a atreverse a tocar frente a públicos grandes. De hecho, ya han tenido participaciones tanto en Balmaceda, como en otros lugares.
"Algunos nos conocíamos de antes o nos ubicábamos. Pero acá encontramos a hartos niños de partes distintas y nos empezamos a hacer amigos. Yo por ejemplo, llegué a la orquesta porque una tía estaba haciendo unos cursos acá y cuando supo que habían cupos, le preguntó a mi mamá si quería que viniera. Y aquí estoy, tocando el violonchelo", dijo Isidora Suárez, de nueve añitos.
Como los sábados tienen que estar harto rato en los ensayos de sus hijos, algunos papás han aprovechado de inscribirse en algunos cursos en Balmaceda. También se organizan para tenerle colaciones a los niños.
Dentro de los desafíos a futuro que tiene la sinfónica, comentó el profesor Sergio Barría, está la posibilidad de adjudicarse un proyecto que les permita conseguir instrumentos de vientos. Tienen sus esperanzas puestas en incluir flautas traversas. J