El "faquir" francés que se alimentará del aire
La Estrella de Valparaíso.
Una semana atrás: Hola Merlina. Supimos, por intermedio de un conocido tuyo, que llevas siete meses sin absorber comida ni agua en Argentina. ¿Así sobrevives? Por favor, ¿me lo podrías aclarar por Skype o como quieras?
-Hola Merlina. Quisiera saber si recibiste mi correo, ya que me cuentan que solo a través de esta manera te contactas.
-¿Merlina, estás? Te he escrito varias veces...
Hasta hoy, ninguna respuesta. Ya son siete meses los que esta mujer lleva, supuestamente, sin comer ni beber una sola gota de agua. Tan solo, muy ocasional, alguna infusión (cáscara de cacao). Siete meses en que no va al baño. Que no defeca. Que está… ¿sola? Quizás perdida en algún paraje natural che. A puro sol, oxígeno y paz. Como una planta. Tal vez meditando. En su introspección. Con su yo. Y porque así lo quiere.
A esta altura, me pregunto: ¿Merlina revisará sus correos? Todavía más: ¿no habrá tirado a la basura su iPod? ¿Estará viva…?
En 2008, una noticia publicada en los medios casi pasa colada. Sentado en posición de loto y bajo un árbol, fue encontrado, débil, Ram Bahadur Bamjam, de 15 años, en el sur de Nepal. Sus seis meses de meditación fueron suficientes para que lo consideraran la reencarnación de Buda. Tampoco había comido ni bebido nada en seis meses.
¿Dónde estamos antes de nacer? ¿Cuál es nuestro propósito aquí? ¿Dónde vamos después de morir? No he podido quitarme estas estrofas de la cabeza mientras apilo datos para escribir la nota.
El miedo a morir, la angustia por la futilidad de la vida, hacen, seguramente, que el ser humano se aferre a cualquier dogma que le ofrezca una respuesta. Si lo ha intentado todo y no ha sido capaz de creer en nada, quizás esta sea su última oportunidad: el Pranismo. Hasta hace poco, desconocía la existencia de esta doctrina. También ignoraba la presencia de sus cultores. Con estos alicientes y la breve presencia en la zona de uno de ellos, decido ir a impregnarme del asunto, conocerlo en persona. Llenarme de aquella buena vibra.
¿Vivir del sol?
"Quiero hacerlo en el lugar adecuado. En donde me sienta bien y en confianza. Donde nada me desconcierte, para así estar conmigo mismo. Renovar energías", dice Martin Gasparutto, francés de nacimiento y mundano por adopción, ex estudiante de psicología y ex modelo fotográfico.
Ese lugar sería San Luis, en Argentina. La fecha: ya, este verano. "Fines de febrero o marzo. Una amiga sueca, que vive allá junto a su hijo, me presta el lugar". Apasionado por el mundo de los sueños, la geometría sagrada y las energías limpias, su vibra proyecta la calma de un zen. "Yo me enteré de esto hace cuatro años. Investigué, tenía dudas existenciales. Por eso me entusiasmé, tiene una base científica. Hay documentales y testimonios que lo prueban y además respaldan".
Corre una agradable brisa de diciembre. Procuro preservar un grado razonable de intimidad. La tertulia con Martin se da en las afueras de la ex cárcel, en Valparaíso, allí donde algunos reclusos supieron de otras faltas, la de apetito y huelgas de hambre.
"Mi otra amiga Merlina lleva siete meses. Es un asunto de saber sacar tus límites. Expandirlos. Así me lo ha dicho".
"Normal, entrena dos veces al día. También hace bicicleta unos kilómetros y corre. Hasta hace un tiempo, sólo bebía alguna infusión. Ahora último no he tenido contacto con ella".
"Se alimenta del sol. Y el prana: respirando oxígeno del ambiente obtiene energía necesaria para vivir".
El prana es la energía vital que está presente en todas partes. Un concepto de la India y que apunta a que si te alimentas de prana, consumirás todas las vitaminas y proteínas del planeta. Y apela a la percepción. La percepción es un fenómeno que encandila. Jim Morrison le hizo honor a su refugio sonoro, The Doors, nombre extraído del poema de William Blake: "Si las puertas (doors) de la percepción se limpiaran, todo aparecería ante el hombre como es: infinito…".
También a Chris McCandless, aquel solitario mochilero gringo que motivó libro y película por romper con el sistema, tarjetas y familia con final de féretro dentro de su "autobús mágico" en Alaska.
Martin tiene 24 años. La misma edad de Chris y tres años menor que Morrison al fallecer. Hay cuento y cultura en su hablar. Viste como si la cápsula del tiempo lo hubiese abducido desde la época de Woodstock.
Confiesa que sus dos hermanas y mamá entienden su desafío. Lo apoyan, pese a no verlas hace 14 meses. Se lanza con un dato de antología que pone los pelos de punta, y no por la brisa porteña: "Víctor Trubiano es argentino, estudiado por la misma Nasa. Él dejó de comer hace ocho años y beber, hace cuatro".
La 'volá' aérea
Si hay algo que todos estos cultores de la disciplina tienen en común es que andan en la búsqueda personal que les abra el alma y sientan una espiritualidad. Todo, justifican, con una base científica.
Martin ya lleva tres años de preparación, lo mínimo para lanzarse y chapotear en este mundo (a)cuático. Dos años en Francia (él es de Palaiseau, en las afueras de París) y 14 meses de peregrinaje en el Cono Sur: Argentina, Uruguay, Paraguay y ahora Chile.
Dice que el ser vegetariano desde los siete años ha sido piedra angular en su preparación. "A esa edad, no sentí necesidad de comer animales". También ha tenido sueños lúcidos, "desde adentro".
Hoy está 'devorando' sus últimas guindas frente a mí. Los pómulos saltones y sus largas extremidades que ya parecen ramas de eucalipto que cuelgan de prendas roñosas-cool, lo delatan en la autoiniciación. A partir de los próximos días, se abocará al recogimiento y preparación. "Solo voy a comer brotes, por su aporte energético… y dejar de beber, poco a poco, a modo de transición". Lo fundamental, para él, es hacer el proceso y, sobre todo, aguantar los primeros cuatro días: así sanará el cuerpo y la memoria.
Para motivarse, recurre a su amiga argentina. La del correo. Asegura que a ella no le dan ganas de comer. "Su energía fluye". Y que, como ella, hay que aguantar los primeros cuatro días, a la usanza de Jesús frente a Satanás en el desierto.
Claro, como en todo, hay contraparte. "Conocí a personas que luego de cinco meses volvieron a comer, pero por un propósito más social. De compartir".
bocado espiritual
A pesar de que las expectativas de vida hoy en el mundo son mayores que las de antes, existen flagelos contrastantes que azotan, como un Frankenstein globalizado, a la vida, los asesinos modernos: consumismo, obesidad, sedentarismo.
Martin Gasparutto cree, es devoto y practicante de los huertos sustentables. Piensa de manera literal: "Si comes mierda, estarás lleno de mierda". Ante ello, ¿podrías pasar años y años, la vida entera, sustituyendo comidas por batidos naturales o infusiones?
Para algunos, como Martin, el ideal al que la humanidad debiera tender es similar a la filosofía orgánica, esa que reza que las frutas y vegetales sean producidos naturalmente y sin pesticidas, ni con químicos inyectados a punta de hormonas en aquellas bestias de consumo hoy convertidas en monstruos pechugones. Como Frankenstein.
Ahora, qué pensarían de todo esto famélicas barrigas en África, parte de Oriente Medio, el sudeste asiático y los guetos en Latinoamérica. Martin, ajeno a ello, vive su creencia.
"Unos 12. Siete hicieron el proceso. Cinco dejaron de comer. A hoy, sólo dos siguen sin alimentarse. Viven de puro prana.
"¡Quiero sanar! Y bueno, por mi lado materno -de ascendencia judía- quiero curar los traumas de la guerra, los horrores que mi lazo sanguíneo vivió en el Holocausto. Si yo sano, haré un servicio para todos, mi karma, una nueva energía familiar fluirá entre el antes y después", añade.
Como la Biblia, si hay un libro sagrado en todo esto, es "Vivir de luz". Su autor, Jasmuheen, asegura, lea bien: ¡no-haber-comido-en-25-años!
"El proceso es de 21 días. Tengo una amiga chilena, de confianza, que me gustaría me acompañe hasta San Juan, lugar que me parece ideal para mí".
"No cagaré más. Mi sudoración no tendrá más olor. Hay que estar en un lugar al aire libre, natural, que ofrezca paz, silencio. No me forzaré en lograrlo".
"No. Quiero ser un ejemplo vivo para otras personas. Un brillo de luz".
Ese último concepto, ya al verlo alejarse libre en alma y mente, vuelve a rondar mi cabeza. "Un ejemplo vivo". "Brillo".
A minutos de irse este artículo a imprenta, miro mi correo por última vez. ¿Y Merlina? también brilla, pero, en mi caso, por su ausencia. J