Un canto de los pequeños con letras para los papás
Redacción
El estrés infantil, el maltrato escolar, el deterioro medioambiental y la llamada "hiperconectividad" de nuestros hijos son los temas sobre los cuales ha escrito sus canciones el músico penquista Alejandro Luna. Se trata de letras simples, fáciles de recordar y repetir, pero profundas y llenas de contenido. El compositor parece haberle declarado la guerra a la música popular infantil llena de coros y letras con poco sentido y nula intención de trascender.
Esto último, es precisamente, lo que este profesor de la Corporación Cultural Artistas del Acero, del Centro Educacional de Alta Tecnología de San Pedro y la Universidad Santo Tomás quiere con su obra. Su apuesta es entregar un trabajo de calidad, capaz de emocionar y entusiasmar a los pequeños y también los mayores, más allá de este tiempo y espacio.
Sobre su vocación, Alejandro Luna cuenta que ha existido desde siempre. Le gustaba ir a cuanto festival podía y ponerse a prueba en materia de canto con baladas a lo Alberto Plaza. En su juventud, a mediados de la década de los 80, no había certamen musical que no contará con su participación. Luego, tras el colegio, vendría un periodo decisiones que lo llevaron a explorar diversos caminos, poco relacionados con su gran pasión con la que se vuelve a reencontrar cuando ingresa a estudiar Licenciatura en Educación Musical. "Me di cuenta que podía generar cambios en los alumnos", comenta.
Su deseo era y sigue siendo el poder generar en sus estudiantes una modificación positiva en su pensar y sentir; provocar una transformación en el joven o niño, que involucre a la familia. Ahora la forma en que lo puede hacer se presenta clara: la música.
MANOS A LA OBRA
Cada "opera prima" nace en circunstancias únicas e irrepetibles y la gran mayoría de las veces necesita apoyo de algún tutor o mecenas que haga posible tal evento.
Alejandro es agradecido y sabe que sin la ayuda del encargado de Artistas del Acero, Arnoldo Weber, otra suerte pudo haber corrido. Fue luego de la solicitud de este conocido gestor cultural que se puso a trabajar de cabeza en 2006. Habían -dependiendo del resultado- fondos para un disco que no podía dejar que se diluyesen. Tenía que encontrar el tema, uno importante capaz de generar atención.
Fue ahí donde, con la genialidad propia de los artistas, descubrió que el motivo debía ser la "Declaración de los Derechos del Niño", tratado internacional aprobado en 1959 por ONU, que establece los menores son iguales, deben ser protegidos, deben estudiar, jugar y recibir primero ayuda en cualquier circunstancia, entre otros.
Por ese tiempo, este decálogo se comenzó a difundir con más fuerza, por la acción de instituciones como Unicef y deportistas de renombre mundial.
Dice que producto que de su formación, los primeros esbozos de su encargo eran cómo clásicos, un poco doctos, incluso con ribetes de fome. Apurado por su mandante, se dio a la tarea y mostró su primer trabajo en una reunión. No gustó, le dijeron que eran como canciones de iglesia, y (según intuyó) parecidas a las que cantaba en su paso por el Colegio Salesianos.
¿Qué hacer? ¿Cómo lograr el éxito en su tarea? La respuesta vino de un ritmo creado en los barrios marginales de Nueva York: el hip hop. Asegura que a uno de sus temas le incorporó un recitado clásico de esta música y el cambio fue excepcional. Weber quedó fascinado y dio luz verde a la composición de nuevos temas. Sobre Alejandro pendía una nueva espada, la del tiempo, pues la fecha del estreno era pronta y ante un público exigente en el Teatro de la Universidad de Concepción.
LOS APLAUSOS
El trabajo lo llamó "Cantata por los Derechos del Niño". Este disco le valió ser nominado al Premio Binacional de la Cultura Chileno-Argentino de la Frontera en 2007. Luego vendría un tiempo de cosecha, hasta que surgió el desafío de hacer algo más potente incluso que lo ya realizado.
En su nuevo trabajo de 2009, hubo temas que le demoraron hasta seis meses. La música muchas veces estaba ahí en su cabeza, otras debió pedir ayuda. Las letras fueron una dificultad mayor. Recurrió al baúl de los recuerdos, a ese donde atesoró las canciones con que subía a los escenarios escolares.
Todo fue tomando forma y se plasmó en el CD "Los niños cantan al nuevo siglo", por el cual la crítica especializada impulsó su postulación a los Premios Altazor en 2011 por la Sociedad Chilena del Derecho de Autor y que, como buen representante de regiones y sin un sello poderoso de aval, no ganó. Por ese momento de sano ejercicio de ego, vuelve a agradecer, esta vez, a Mari Carmen Flores, representante de la SCD.
En su nuevo trabajo, destaca el tratamiento de temas complejos y muy propios de la sociedad en que les tocó vivir hoy a los niños. Uno de ellos habla sobre el matonaje escolar.
"...Es el duelo del más fuerte y el más débil, la violencia, el silencio y la tristeza por delante, se apodera y deja huella en sociedad"
"No quiero ir a clases, me duele la cabeza, hoy tengo mucho sueño, quiero ser invisible..."
La letra se acompaña de un ritmo rapero. El resultado en los niños es impresionante. Lo cantan a los pocos minutos de haberlo escuchado en el auto y lo disfrutan tanto o más que los éxitos de la última película de Disney trasmitida por la televisión de cable.
Quien le cuente sobre este efecto de sus piezas, verá que el creador se emociona. Sus ojos se humedecen al saber lo que produce en los pequeños.
La canción "Muchos mundos, muchas miradas", habla sobre los diferentes trabajos en un circo.
"Todos reunidos bajo esta misma carpa, organizamos una obra sin igual, muchas miradas se funden hacia un mismo fin, cada uno en su propio afán..."
Es simple y divertida. Muestra cómo las pegas del trapecista, del boletero, del payaso, el domador y el señor Corales (presentador) suman y hacen posible el éxito. En total, son ocho los aportes. Los mismos que el psicólogo Howard Gardner propuso en su teoría de las inteligencias múltiples de 1988.
Uno de los temas especialmente contagioso en los menores es "No me apuren por favor", donde se escucha la queja amable de un niño, cansado de que los mayores lo lleven de un lado a otro durante el día, sin respetar sus tiempos y velocidades.
LO QUE VIENE
Así el trabajo de Alejandro sigue y suma. Por estos días su agenda y la del coro juvenil que dirige están llenas. En cada presentación habla a la audiencia sobre los contenidos e historias. Entre los pequeños de esta ya dilatada agrupación se distinguen diferentes edades y personalidades.
Por la tercera fila hay un adolescente que canta con gran energía, moviendo sus manos con pasión y talento vocal. En la primera fila hay pequeñitas encantadoras que aportan su voz, disciplina artística y dulzura. Para todos ellos, como para los niños del mundo sin exclusión, está hecha la obra de Alejandro, quien ahora va por su disco sinfónico, como el de Violeta Parra que se presenta cada cierto tiempo en Concepción.
"La idea es tenerlo de aquí a un año", comenta con seguridad.
El compositor quiere también probar otras vetas del canto popular. Tiene la convicción de que el conocimiento masivo de su obra puede ser logrado de manera inversa. Espera anotarse con un tema romántico en poco tiempo, saltar a la fama por esta vía y que de ahí su trabajo infantil suene más y produzca beneficios económicos.
Como ejemplo de que es posible, cuenta que el astro Antonio Bondeolli Pecci Filho, "Toquinho", incorpora en sus presentaciones y para sorpresa de su audiencia, temas para las "crianças".
Así, Alejandro busca, tal como remarca, lo superior a lo tangible y material, algo que le dé sentido a su vida, más allá del ahora. Para muchos es algo quijotesco, tanto como cantar a los niños sin creerlos seres carentes de capacidad de reflexión. J
"La tristeza es
sólo una
estación pasajera
en tu interior. La
tristeza es sólo
una estación, no
te quedes por
favor".
Alejandro Luna,