Simpática chofer de micro es la regalona de pasajeros y colegas
Con mucho esfuerzo y determinación, Marta Vidal logró hace seis meses llegar a ser una de las conductoras de la línea Campanil. Tiene estudios superiores, pero la vida la llevó a trabajar en casa. Hasta que decidió cambiar de rubro.
Marta Vidal González es el tipo de mujer chilena que muchas veces ha dejado cosas de lado por los que la rodean. Nació en Penco, hace 43 años y actualmente vive en el sector Higueras de Talcahuano. Hoy se desempeña como conductora de la línea de buses Campanil, trabajo que logró obtener hace seis meses. Con su carácter afable, esta conductora profesional de la locomoción colectiva convierte un viaje cotidiano en una experiencia agradable, donde hasta bromas surgen entre sus pasajeros. Con mucho orgullo, cuenta de su esfuerzo.
Antes de llegar a este rubro, Marta estudió Mecánica en Mantención Industrial en el Inacap y luego estudió Ingeniería Mecánica en la Universidad del Bío Bío.
La elección de estas carreras, comenta, fue por un gusto que viene de niña. "Tengo tres hermanos hombres, soy la única mujer, y siempre me dijeron que para todas las cosas de la casa yo hacía más que ellos, que no sabían ni poner un clavo. A mí siempre me gustó todo lo que era desarmar y armar cosas", relata.
"Siempre me gustó estudiar, de repente hacía las pruebas de mis compañeros, siempre me ha gustado aprender", afirma, añadiendo, sin embargo, que no pudo seguir ejerciendo su profesión porque hace 18 años nació su hija, que padece de una epilepsia crónica.
"Saber que tu hija se está muriendo en tus brazos es triste y no te deja hacer nada, solamente pedirle que no te deje sola", asegura la conductora, quien destaca que con ella aprendió a amar más la vida.
"Ella se llama Demi. Yo pensaba que iba a ser hombre, tenía otro nombre y le tenía pura ropa verde. Pero pensé otro nombre y le puse así porque 'de mí' salió. Además, su padre nunca se ha preocupado por ella", sostiene.
El Trabajo
Fueron tres meses los que, durante el 2015, Marta Vidal González se preparó en una escuela profesional de conductores. Ella consideraba que estaba trabajando mucho dentro de la casa, por lo que empezó a buscar nuevas alternativas laborales. "Cuando empecé a salir de la casa me sentía más viva", explica.
"Es un curso de tres meses, de lunes a viernes, en que nos enseñaron leyes, comunicación, primeros auxilios, psicología, conducción vial. Hacíamos prácticas todas las semanas y utilizábamos un simulador", afirma, valorando que se prepara bien a los conductores de la locomoción colectiva y que va en cada uno, cuánto se aproveche el aprendizaje.
Pero no todo fue tan fácil como estudiar y comenzar en un nuevo mundo. La dificultad estuvo en entrar a él. "Me costó un mes que alguien confiara en mí. Venía todos los días. Me decían que podía hacerlo, que cortaba hartos boletos y corté más de 50 boletos en la última vuelta", cuenta, señalando que "a un hombre le cuesta una semana y ya están reemplazando".
"Pero llegó el día en que alguien confió en mí: don Aldo Pereira", relata.
Aldo es hijo de un empresario de taxibuses y está empezando en esta labor. Él comentó que la perseverancia de Marta le llamó mucho la atención, por lo que le indicó a su padre que sería bueno darle una oportunidad. "Le agradezco mucho a ellos, porque confiaron en mí. Hace poco un dueño de máquina me dijo que se arrepentía de no haberme dejado conducir", apunta.
Amabilidad
Hace un tiempo circula una foto de Marta en Facebook, en la que una pasajera destaca su amabilidad. "He visto el mensaje y le agradezco por haber notado a una persona común y corriente, eso quiere decir que existo y la gente me ve", dice la conductora.
"La gente me pregunta por qué soy tan amable y cordial. Yo les digo que es porque ellos me dan de comer y es mi forma de agradecer que confíen en mí, porque en el fondo están confiando su vida en mí", menciona.
Toda esa buena onda en su recorrido, ciertamente ya ha tenido sus frutos en los pasajeros, algunos de los cuales, incluso, la esperan para irse con ella.
"Me regalan chocolates, una vez una flor, una señora me regaló galletas diciendo que su hijo me las había mandado. La gente es muy linda. Hay que demostrar que hay gente buena, este mundo es muy consumista, la gente vive apurada y se preocupan siempre del qué dirán", reflexiona.
"Le digo siempre a mi hija que hay que tener vergüenza sólo de dos cosas, que yo por lo menos no las haría: para robar y andar en pelota en la calle. El resto no tiene que dar vergüenza, porque es para dar alegría", añade.
Es por ello que Marta, no duda en tirar la talla con sus pasajeros o preguntarles cómo están.
"Para mí todo ser humano es igual, tenga o no plata. Los estudiantes no tienen dinero porque no trabajan y yo tengo una hija, por eso no puedo dejar a un lado a un chiquillo. Y el adulto mayor es alguien que enseñó durante toda su vida", explica Marta sobre su relación completamente empática que tiene con sus pasajeros.
Asimismo, la mujer afirma que conduce siempre de una forma responsable, porque está pendiente de quienes la rodean. "Igual me han tirado máquinas encima, me han sacados los espejos. Es la competencia", sostiene.
Marta Vidal cuenta que la vida que se vive al mando de un taxibús es ruda. "Sé que no todos los seres humanos son iguales. Me han agarrado a elevadas, pero yo, gracias a Dios, no hago eso. No me gustaría que la gente me viera así", concluye.
"Me costó un mes que alguien confiara en mí"
Marta Vidal,, conductora profesional.
"Me regalan chocolates, una vez una flor, galletas. La gente es muy linda"
Marta Vidal,
conductora de la, línea de buses Campanil.