Picadas de barrio: Centros de buenas conversas y tradición
La mayoría cuenta con años de historia y su fiel clientela los prefiere debido al cariño que les entregan día a día. Los fines de semana se repletan debido a los partidos del fútbol que son la excusa ideal para una buena junta de amigos.
Cada población tiene su lugar típico donde las personas se reúnen a compartir y a pasar un buen momento con los amigos. Sin duda, las cantinas de barrio cumplen esa función, ya que son locales llenos de historia que rescatan la identidad de una comunidad a través del relato de quienes las visitan.
Esto es lo que sucede en "El Kita Penas", que se ubica a una cuadra del Cementerio General de Concepción y que abrió sus puertas a mediados de los 90. "Antes se llamaba 'El Chapolín', pero hace un tiempo mi sobrina decidió cambiar su nombre porque harta de la gente que llega a nuestras dependencias lo hace después de un funeral. Nosotros aquí los atendemos con cariño y cuando los vemos con mucha pena, les ponemos música alegre para que se motiven y suban un poco el ánimo, pese a todo su dolor", señala Rubén Silva, quien junto a su señora Gabriela, se dedican a atender a su fiel clientela.
- Pero igual viene gente del sector...
"Claro", responde Rubén.
Sin embargo, es Verónica Moraga quien explica cómo funciona a diario el ambiente en el local. "Soy una trabajadora de la zona y vengo a almorzar aquí hace más de 15 años. Por eso puedo dar fe que cada día se llena de personas que buscan pasar un buen rato en compañía de otros. La mayoría son personas de la tercera edad, que viven a un par de cuadras y que se juntan a conversar, a ver la tele o a comentar lo que pasa el fin de semana en las diferentes canchas de Lorenzo Arenas", añade la mujer.
-¿Y qué tienen para ofrecer?
Verónica, quien le da una manito al matrimonio cuando éstos se ven colapsados con los pedidos de los parroquianos, comenta: "Aquí se venden de todo, jajajá. Se venden colaciones y todos los días hay un menú distinto. Se venden bebidas, pipeño, cervezas y vino en botellón y garrafa".
- ¿Y qué es lo preferido de las personas?
"Es relativo. La mayoría se toma su pituquita (caña de vino tinto) y con eso tiene para toda una tarde".
El picaflor
En el sector Higueras existen dos cantinas que son propias del lugar. La mayoría de los habitantes de este tradicional sector de Talcahuano conoce estas picadas por la cantidad de años que llevan prestando su servicio al público.
La más antigua es "El Picaflor", que cuenta con una historia que supera los 49 años. Por su ubicación, a sólo un par de cuadras de las canchas del sector, tiene bajo su alero un sinfín de alegrías de dos grandes equipos amateur del barrio: Juventud Letelier y Unión Colo Colo.
"Este es uno de los locales más antiguos. Por eso, las personas de edad son quienes, en su mayoría, lo disfrutan. Igual en un tiempo venían los cabros de los equipos a celebrar o a llorar después de un partido el fin de semana, aunque ahora cada uno tiene su sede y la pasan ahí", señala Claudio Córdova, encargado de atender el negocio.
-¿A qué hora se les repleta el local?
"La gente llega en las tardes después del trabajo. Pero lleno-lleno tenemos el fin de semana, porque los vecinos vienen a ver los partidos acá y se sirven algo. Por ejemplo, ellos se pueden mandar sus pataches sin problemas. Organizar su comilona y nosotros le vendemos lo que es para beber no más. A la gente le gusta eso, le gusta compartir. Quien quiera hacer algo más grande con sus amigos, nosotros cerramos el local para que lo pasen bien, pero esto sólo hacemos esto con los clientes conocidos y a quienes les tenemos cariño".
José Araya Burgos, vecino de 71 años de edad, puntualiza que "me gusta estar acá porque me entretengo harto. Además siempre vengo a ver los partidos porque en mi casa no tengo cable, así me olvido de mis achaques porque estoy un poco enfermo", asegura.
La viña
Otro de los lugares favoritos de quienes gozan con una buena conversación y de un juego de naipes con los amigos es "La Viña", que se encuentra ubicado en pasaje Manuel Matamala a una cuadra de la línea del tren.
Este popular recinto es atendido por su propia dueña, María Luisa Oróstica, quien es más conocida por su fiel clientela como "La Icha". "Empecé con esto hace unos 20 años cuando quedé viuda y me la tuve que rebuscar para alimentar a mis tres hijos", explica.
"En un principio costó, pero poco a poco, me fui haciendo un nombre entre los trabajadores de Huachipato y las Pesqueras. Así me hice de un público que buscaba dejar el estrés de lado y pasar un buen rato con sus compañeros", señala.
En la actualidad, su negocio no cuenta con la buena racha de años anteriores, pero aún así, María Luisa dice que le da para vivir tranquila su vejez. "Esa gente que llegaba todos los días y que era del sector, ya no está porque la mayoría murió. Es triste ver partir con quienes compartiste tantas buenas cosas. Hoy en día, nuestros clientes son de afuera, de otras poblaciones de Talcahuano, que han llegado aquí por el boca a boca de la misma gente", explica.
De esa manera conoció a su trabajador Erwin Mena, quien pasó de ser un parroquiano a transformarse en su mano derecha. "Siempre venía a tomar una cervecita después de la pega y un día terminé mi trabajo justo cuando también la señora que acompañaba a doña Icha, se decidió ir. Entonces, me ofrecí para trabajar aquí y estoy hace ya ocho años compartiendo feliz con la gente", sostiene el hombre.
- No tiene reclamos, entonces...
"No, para nada. La paso súper bien aquí. Harta gente me conoce y eso me gusta. Por ejemplo, voy al Puerto y me dicen: Ahhh... usted es el que atiende en 'La Viña'. Y yo les digo con orgullo: Sí".
- ¿Y cuál es su principal función?
"Hago de todo un poco, la verdad. Me encargo de hacer aseo, de ordenar las botellas y de atender el público. Cuando tenemos clientes en el patio, soy yo quien tiene que ir a ver si les falta algo, etcétera".
En este sentido, María Luisa explica que al igual que las otras dos tabernas, ofrecen servicio especial para que sus clientes preferidos puedan reunirse tranquilos sin que nadie los moleste. "En el patio la gente puede celebrar su cumpleaños, su santo, en realidad lo que quieran. Ellos traen su comida o preparan su pichanga o asadito. Nosotros les entregamos los cubiertos y les damos todas las comodidades para que la pasen súper", dice.
- ¿Tiene un cobro adicional eso?
"Nada. A mi gente se le trata con cariño y nunca he cobrado por pasar el patio. Aunque lo deben pedir con anticipación para coordinar todo".
El gran esfuerzo que realiza esta mujer para no bajar la cortina de su local es grande, ya que fue operada hace poco de su corazón y padece una diabetes que no la deja vivir sin preocupación.
"Me gusta compartir con la gente y servir a mis clientes. Es mi vida todo este cuento. Es verdad que me cuesta moverme y hacer las cosas un poco por mi salud, pero quiero seguir con mi negocio, que la gente me recuerde con alegría y por preparar los mejores ponches de piña y chirimoya con nuez", finaliza la emprendedora de 70 años.
"La gente se puede pegar su buen patache sin problemas aquí en el local"
Claudio Córdova,, trabajador de "El Picaflor"."
"Mi especialidad es el ponche con piña, chirimoya y nuez. La gente se lo hace chupete"
María Luisa Orostica,, dueña de "La Viña"."