La Lama budista que sobrevivió a Vietnam para curar las almas
También doctora, ha mejorado a quienes no podían caminar. Es autora de libros, retiros espirituales y enseñanzas de Buda a príncipes y famosos de Hollywood por todo el mundo en los últimos 25 años.
Al otro lado del mundo, en Vietnam, un alumno le agradece la "enseñanza" a distancia, tal como la reciben otros pupilos suyos en Taiwán, China, Malasia y exóticas latitudes. La sesión de Skype se cierra. Sus manos se comprimen en forma alargada. Y con ellas, el balanceo corporal en señal de saludo conocido como "namaste", palabra sánscrita que representa respeto y amistad. Como en las cartas, las buenas vibras parecen echadas.
De entrada, se percibe paz en una mujer de cabellera rapada, estructura menuda y que con su menos de 1.60 de altura es capaz de llenar el espacio del departamento que simula ser un santuario a los cálidos detalles orientales en diseño.
La venerable Lama doctora Pema Kunzang compatibiliza su sabiduría metafísica con una sensibilidad terrenal que pone los pelos de punta. Pertenece al linaje Nyigmapa, una de las cuatro escuelas de Budismo Tibetano, la más antigua. Las otras son Sakypa, Kagypa y Gelupga, la de su Santidad Dalai Lama, a quien conoce bien.
Inconmensurable, como su espiritualidad, así es la historia de esta perseverante mujer nacida en Vietnam, pero que pasa por ciudadana del mundo.
La acompaña Zenith Navarrete, quien hizo click con la Lama hace cinco años: llegó a su restorán vegetariano Bambú, en Valparaíso, por accidente. "Le dije que estaba cerrado. Me preguntó dónde había comida vegetariana. Pensé que era turista. Hasta que me di cuenta que estaba frente a una Lama", cuenta con orgullo la también budista, quien aprendió a la meditación zen mirando la pared durante 40 minutos como rutina diaria. "Con el budismo tibetano hay una comprensión de mundo distinta", acota Zenith.
La Lama porta su hábito, como todos los días del año, con una "tonka" tipo chaquetita burdeo -representa sangre y compasión-, un "zen" de chal rojo confeccionado con dos telas, "shöngu" de tonalidad amarilla a modo de toga que deja el hombro derecho descubierto, una blusa exclusiva para monjes en amarillo oro que equivale a la luminosidad o sabiduría y el "shamptap" o faldón rojo.
Como doctora, su carrera ascendió hasta tocar techo al éxito. Figura clave en labores humanitarias por décadas, formó una escuela en India, repartió sabiduría budistas por todo el orbe, atendió a príncipes, políticos, artistas de Hollywood y gente de pueblo, como ella remarca. En marzo del 2014, en el Día Internacional de la Mujer, fue nombrada por las Naciones Unidas como una "Mujer Excepcional en el Budismo".
Vietnam en llamas
La Lama Pema Kunzang, hoy a sus 70 años de edad -aunque aparenta 30 menos- dice que la renuncia a todo pesa cuando tienes mucho. Como Buda, su mentor, que era príncipe y tenía todo para llegar a ser rey, pero declinó al trono para ayudar a las personas en terreno y así librarse del sufrimiento.
Sufrimiento. Eso le representa Vietnam a la Lama. De niña, vivió en el sur del país asiático. La guerra, que se prolongó por 37 años, comenzó antes que ella naciera. "Fue terrible ver cómo se caía mi ciudad a pedazos". Se emociona.
Pese a que su papá (experto en medicina china) era el gobernador del poblado (Binh Duong), habitaba una casa humilde, junto a 10 hermanos, sus padres y una abuela. De ellos, casi la totalidad de la familia murió o resultó lastimada en aquel conflicto a escala internacional. Por mucho tiempo, sólo bebió agua sucia del barro, así supo cómo vivir sin comida. Por eso, confiesa, come tan solo una vez al día durante el almuerzo.
En ese entorno de sangre, caídos y desnutrición, se preguntaba qué podía hacer para auxiliar a su gente. Así, dos cosas nacieron desde su corazón: ayudar a quienes padecían enfermedades físicas y, de paso, socorrer a su propia existencia. Sentía que ser doctora era el antídoto para aplacar ese sufrimiento.
Maduró a la fuerza. Tal vez bendecida, salvó de una granada que le sobrevoló su cabeza. Supo de heridas de guerra: arrancó a la artillería pesada hasta abrazarse a una raíz de un árbol. Inconsciente por las balas recibidas, derivó en un hospital. Por meses.
Tras la caída de Saigón al comunismo, a sus 35 años, escapó de Vietnam, en 1979. La línea de fuga se dio a través de dos botes de pescadores. En el primero iban una hermana, el marido e hijo; en el otro, ella. Sólo sobrevivió la futura Lama a una pesadilla de piratas tailandeses que con cuchillos y martillos agredían a tripulantes... como a Pema Kunzang.
Ya con la barcaza hundida, a nado arribó hasta la costa. De allí cayó en un campo de concentración y la huida en calidad de refugiada a Estados Unidos. Allá, en Pensilvania, sola, con nulo inglés y sin dinero, se las arregló para partir de cero. Tuvo que hacer los estudios de medicina para certificarse como doctora en la tierra del Tío Sam.
Ser positivo
Tras tanto calvario, dice que su objetivo es simple: ayudar a las personas a conocer el poder de los pensamientos. "Nuestros pensamientos son lo que determinan el estado de nuestra salud, paz mental, bienestar y éxito en la vida". Además, su deseo: dejar en claro en este mundo que no somos lo que comemos, "sino lo que nuestro cuerpo puede digerir".
Comenta que para llegar a ser Lama, no sólo se requiere estar en posición de loto por horas o abstenerse por 10 días de alimentos, algo que ya forma parte de su naturaleza creyente. La montaña como la vida, en ella, es empinada: se requiere de mucho entrenamiento, retiros -ha sabido de cuevas, templos milenarios y sitios baldíos-. Su sintonía a tierra: "Desde la práctica, lograr las realizaciones, el despertar".