Jorge Vargas Novoa, el hombre tras la máscara de "La Momia"
Una de las últimas leyendas del mítico programa televisivo furor en los años 70, recibió a La Estrella en su departamento. "Soy tatarabuelo. ¡Sigo vigente!", ruge fuera del sarcófago.
Por momentos, las gradas parecen más una jaula digna de Hannibal Lecter que un gimnasio deportivo. "Dale Momia, ¡no te dejes!", grita un joven a todo pulmón, mientras a su lado otro peque, con una máscara que cubre todo su rostro, alienta a uno de sus héroes que simula disfrutar machacando cráneos arriba del cuadrilátero cubierto de sudor.
Jornada épica para un obrero del entretenimiento rudo en el Fortín Prat, aquel epicentro de míticas veladas en El Almendral y donde hace casi dos años se vivió esta, tal vez, la última gran batalla de La Momia, aquel temido personaje (la quinta en rigor de la saga). Su gruñido final, esa vez: "¡Esta aventura ha sido muy linda!".
El tiempo ha pasado. Deja factura. Sin embargo, para este "malo", de 1.90 de altura, capaz de desenfundar dos bazucas de brazos aprisionados a sus puños, aún no está para el sarcófago eterno.
Detrás de la atemorizadora venda, hoy asoma un bonachón Jorge Alcides Vargas Novoa, quien, a sus 77 años de edad y con siete hijos, recalca con orgullo que es tatarabuelo. "Cualquiera diría que estamos en descanso por la edad, pero actualmente entreno", asevera honesto.
La Momia, su alter ego más famoso, es hermano de otro grande: Mister Chile (o Manuel Vargas, dice sin querer decirlo), el luchador quizás más querido en la historia de "Los Titanes del Ring".
Show, fama y presente
Los ecos del pasado invaden a La Momia. Rebobina a 1958. Empezó con el físicoculturismo y halterofilia. Todo en compañía de Mister Chile. "Unos empresarios encontraron que había buenos fisicoculturistas en Valparaíso".
Para principios de los '70, su hermano, Mister Chile, primero obtiene el título de fisicoculturista en la Quinta Vergara y luego, ambos debutan en la lucha libre, en el estadio Caupolicán, en Santiago.
De allí a "Los titanes del ring". Cámaras de televisión, fama y giras tanto en Chile como en el extranjero. Idolatrados y denostados. En Bolivia, Mister Chile tuvo que cambiar su nombre a Mister Europa.
Luego vendría la dictadura y bajada de cortina para estos artistas del histriónico entarimado. "Somos como los Harlem Globetrotters, pero esto no es tongo. Aquí uno igual se lastima", suspira quien asegura no haber sufrido nunca una gran lesión en su dilatada carrera.
"Antes no hablaba nada, y no quería". Ya no hay titulares de prensa ni dinero a lo grande para La Momia. En su momento, llegó a tener siete casas. "Ganamos tanta plata que no la pudimos cuidar", alude al programa televisivo que la rompía en sintonía. Pero Jorge Alcides Vargas es luchador por naturaleza.
En la actualidad, se lamenta: "En Chile aún no existe una federación de lucha libre. Somos como aficionados". Para mantenerse, dice nutrirse con harto tomate y agua. "Nada que sea veneno para el hígado. Frutas y verduras, sí". Su salud, confidencia, es óptima, un siete, "sólo una baja de presión de vez en cuando", desliza.
Sus días los pasa en un piso superior de los patrimoniales edificios Favero, en calle Buenos Aires. "Ven, cómete una cazuela", ofrece amable. Su aliento respira nostalgia. "La fuerza queda", replica como llave maestra, su marca registrada a la lona.
Linaje con herencia
Allí, entre paredes salpicadas de recuerdos al sepia, lo acompaña Matilde Rojas, su joven pareja.
También su legado en descendencia, de puño y sangre: Jorge Vargas Paredes, el "Olímpico", en la jerga de luchadores. Evoca una anécdota. "Durante una presentación a estadio lleno, La Momia me dio tres patadas en la boca del estómago mientras alzaba las manos en señal de saludo". Acerca de su padre, también hay momentos más azucarados: "La Momia… es un orgullo tenerlo, viendo que con la edad que tiene sigue vigente".
A sus 48 años, luce esculpidos bíceps que han dejado bien puesto el apellido Vargas. Tanto como otro Vargas, el del púgil y lema: "Pega Martín, pega".
Esta vez los pectorales del "Olímpico" están inflados, pero de dicha hacia su progenitor. "En eventos los más jóvenes todavía me preguntan por La Momia y Mister Chile. Que son lejos los más sobresalientes".
La Momia se emociona. Al rato, observa. Retrocede y lanza como sus acrobáticos pasos en modo lento: "Hay algo que muchos no saben. Fui marino. Entré el año 1956 a la Armada de Chile. Llegué a ser sargento. Soy pensionado de esta institución".
Jorge Alcides Vargas cuenta emocionado que pertenece al círculo de la Escuela de Grumetes. Y que incluso ha subido invitado a navegar "junto a los suyos" en la "Dama Blanca". Al fondo de la pieza descansa su otro uniforme de batalla a las patadas voladoras. De décadas. Se trata de un jeans forrado y cocido con tela, un polerón, también de tela, más la inconfundible máscara revestida de crin de caballo a modo de cabellera para darle firmeza a esa chasca rubia lacia, "porque de repente le pueden pegar un tirón, por eso es firme".
La Momia acota de vuelta a la testosterona con un dato: "Las caídas dentro y fuera del ring son reales. Sólo hay que saber caer".
"Tuve varios personajes. Entré a 'Titanes del Ring' como sparring de Mister Chile, en 1971. Una época linda, inolvidable. De gloria"
Jorge Vargas,, luchador"