El mismo envase, pero sólo la mitad
Sin saber cómo ni cuándo, me empiezo a dar cuenta de que cuando abro el envase del dulce que compré, éste sólo llega a la mitad del envase. Todos nos hemos dado cuenta, pero lo aceptamos con sumisión increíble. Así de simple, el envase sigue siendo del mismo tamaño (ya sea barra de chocolate, oblea bañada, etcétera) pero todo llega a la mitad. ¡Momento! Los completos que pedí para llevar también se achicaron. Los trozos de torta. Todo. Pero no achican el envase. ¿Por qué no reclamamos? ¿Por qué no decidimos dejar de comprar? Porque después de todo seríamos considerados "complicados" y nadie querría ser etiquetado así. Y de esa forma también se construye una sociedad desarmonizada. ¡En serio! ¡No es exageración! Y nos vamos encontrando con amistades y parejas que entregan la mitad del envase. O sea menos, mucho menos de lo que uno imagina. Sucede también con trabajos, con la familia, con la vida. ¿En qué momento nos empezamos a acostumbrar a tan poquito? Tan poquito de esa vibración tan abundante del amor. Tan poquito de merecer bienestar... y vamos viviendo un día y otro con una dosis que apenas nos mantiene. Qué mal favor nos hicieron tantas creencias erróneas, esa herencia del sacrificio y lucha nos confundió a tal punto que nos conformamos con un chocolate chiquitito, que vale lo mismo que antes, pero del cual sólo recibimos la mitad. Y nos conformamos con un amor de pareja que nos entrega sólo lo que sobra, con un trabajo que apenas nos da para vivir y con seres queridos que apenas nos quieren.
Ya propongo una tregua, urgente: volverse a reconectar, porque esa energía sí que es abundante como ninguna otra... la única grande. Y nuestra, la Todopoderosa Energía de nuestro interior. Así para que nunca más aceptemos lo que es menos que bueno. Y cuando pase, detectarlo y decir: No, gracias ¡yo no! Yo ya empecé ¿y usted? ¡Vamos que se puede! ¡Querer es poder!