Desde un polizón a Juan Segura: los otros héroes de la cripta de Prat
Tras el fin de los trabajos de mantención en el monumento de plaza Sotomayor, en Valparaíso, de cara a la ceremonia del 21 de mayo, recorrimos el nivel subterráneo para descubrir las historias desconocidas del mausoleo naval.
Una compuerta en el suelo se levanta, y descubre una escalera negra que conecta hacia el subsuelo. Una cripta con 22 tumbas nos recibe con sus rincones en 90 grados y espaciosos pasillos. He aquí las historias subterráneas del Monumento a los Héroes del Combate Naval de Iquique.
Plaza Sotomayor, Valparaíso. Es de mañana y hay mucho movimiento de autos y peatones. Nosotros estamos debajo, aislados del ruido y el ajetreo de la ciudad, en una habitación simétrica con muros blancos y columnas color pastel.
Los 22 cuerpos sepultados corresponden a marinos chilenos que participaron en el histórico combate naval de Iquique, algunos en la Esmeralda, otros en la Covadonga. Cabe aclarar que no todos los héroes navales fallecieron en esa contienda. Algunos sobrevivieron, hicieron carrera y murieron años después, por causas naturales, para luego ser sepultados en el mausoleo de Sotomayor.
Las placas muestran los datos principales: el nombre, fechas de nacimiento, grado en la fecha del combate, y grado de retiro, en el caso de los que sobrevivieron al combate.
Somos afortunados. No es tan común que haya gente dentro de la cripta, a excepción del Día del Patrimonio, donde se abre al público general. El año pasado recibieron 8.762 visitas. La otra instancia posible es coordinar una visita particular, aunque eso está enfocado principalmente a la comunidad escolar.
En un rincón destacado, se exhiben los restos de Prat, Condell y Serrano, las figuras más reconocidas por la gente. Junto a nosotros, estaba el sargento primero Aldo Escobar, encargado de la oficina de Gestión de Patrimonio de la Armada.
"Nosotros le contamos a las personas que este lugar tiene una importancia más allá de la figura de Prat, la importancia se relaciona con entender lo que la gente que está acá y sus actos en la guerra, significan para el país. Todos ellos representaron el valor, el sacrificio y el compromiso de Chile durante la guerra, eso es lo que nosotros recordamos y queremos entregarle a la gente", explica.
El sargento Escobar es casi una especie de "historiador" naval, aunque no le gusta ese apelativo. "Uno investiga con los medios que tiene y se va dando cuenta que van saliendo muchas historias interesantes. La historia es dinámica, siempre va cambiando", cuenta.
Se ha documentado durante años sobre los hitos de la Armada en Chile, sobre todo sobre la Guerra del Pacífico. En sus primeros años de grumete, tuvo que hacer la guardia al monumento. Convivió con la intervención para construir estacionamientos bajo la plaza.
"Durante la noche se escuchaban ruidos en las galería subterráneas, donde se hacían las excavaciones. El mito popular era que la gente que estaba enterrada salía a mirar las obras", dice bromeando.
Héroes olvidados
Las miradas se van naturalmente a las placas de Arturo Prat y Carlos Condell, pero hay otras figuras con historias tan increíbles como anónimas. Para ayudarnos a reconocerlas, el sargento Sandoval nos cuenta la historia de dos de sus favoritos personales.
El primero es Arturo Olid, aprendiz de mecánico, que le torció la mano al sistema para convertirse en marino, y graduarse de héroe. "En este fervor patriótico de la gente por participar en la guerra, él se infiltra como polizón en la Covadonga, lo descubren y como ya no podían bajarlo a tierra porque el buque estaba navegando, le hacen una especie de contrato para trabajar por el 'rancho', que se refiere a la comida, pero sin sueldo; su paga era estar ahí y poder vivir allí. Quedó contratado como aprendiz de mecánico y se siguió especializando", cuenta.
El teniente Olid sobrevivió al Combate Naval de Iquique para participar en otra batalla, una de las últimas de la Guerra del Pacífico y de las más sanguinarias que se recuerden: la batalla de Tarapacá.
En este enfrentamiento, realizado por tierra en la frontera de Chile y Perú, y al ver que "la contienda era desigual", el muchacho de 16 años tomó un poco de provisiones y lideró a un pequeño escuadrón para escapar y salir vivos del campo de batalla. Un adolescente le salvó la vida a sus compañeros.
"Una vez muerto el comandante de su compañía, toma a los que estaban vivos, asume el liderazgo y se los lleva por una quebrada, y finalmente los salva, con 16 años", relata.
La mejor historia, nos la guardan para el final. El 21 de mayo de 1879, la Esmeralda transportó entre sus filas al ayudante cirujano Juan Segura, su función se traducía en ser el asistente del médico oficial.
Los espolonazos y cañonazos del Huáscar destrozaron a La Dama Blanca, y el teniente Segura, junto a varios otros tripulantes fueron apresados por la marina peruana. Una vez dentro del Huáscar, fue interrogado por uno de los guardias marinos, que fue encomendando por el Almirante Miguel Grau. Este último quería dar caza a la Covadonga, que se enfrentaba a la Independencia, a unas cuantas millas marinas de distancia.
Grau quería saber si era posible interceptar a la única embarcación chilena que seguía operativa. El chileno se anticipó a la jugada y exclamó que el barco navegaba a nueve nudos por hora.
Con esa información, el peruano hizo el cálculo. El Huáscar navegaba a 10 nudos, por lo que ganaba una milla por hora en la carrera. Con esa información, concluyó que era imposible alcanzarla antes de que oscureciera, y en la época no había tecnología para navegar de noche, así que abortó la misión. ¿Dónde está la anécdota? La Covadonga, en su mejor momento, navega a apenas cuatro nudos por hora, y el marino chileno lo sabía: había sido un pequeño truco para disuadir a los peruanos y le funcionó muy bien.
"Él sabía que la Covadonga navegaba a menos velocidad, pero lo dijo a propósito", afirma el encargado de patrimonio de la Armada.
Mantención
Aprontándose a la conmemoración de las Glorias Navales, el monumento pasó por un periodo de mantención que lo dejó listo para la fecha. El suboficial Victoriano Matus, encargado del departamento de mantención de la Primera Zona Naval, contó que los trabajos iban desde la cripta hasta las figuras de lo alto.
"Se arregla todo lo que es la base, los pilares de mármol y la parte alta. El 90% del trabajo es pintar, lo otro es el trabajo de limpieza. En la cripta se hace una reparación de superficie, se retoca la pintura y las lápidas. En lo que es el mármol se hace un trabajo de pulido y lijado para sacar las sales y otros residuos", explicó el encargado.