Angélica Vásquez V.
Con estos días otoñales en Santiago, emulando a Sánchez y Comparini, tengo ideas para varias columnas. Pero nop, lo que quiero comentar es otra cosa, bonita, simple, relacionada con "señales". Me gusta eso, me gustan las señales, tan potentes y suaves, tan divertidas e irónicas. Me sentía muy complicada por una situación personal, por supuesto que hago mis limpiezas, con tutti, de esas que incluyen ejercicios, mantras, soltar, lo que no quiere decir que la situación no se viva. Y ahí, en ese presente en el que estaba, le dije a una amiga que si sentía algo especial respecto a lo que yo estaba viviendo, me dijera. Y me encantó su respuesta: Sííí, tuve un sueño muy bello contigo y acto seguido comenzó a relatarlo. A mí me gustó mucho y me sorprendió por la historia. Vestía diferente, muy diferente, pero sin duda era mucho más que eso, era lo feliz que yo me veía en el sueño, según ella completamente feliz y radiante, mostrándole un papel, como un artículo aprobado en el congreso. Y bueno lo demás quedará para mí. A lo que voy es que en ese momento, en ese fuerte y delicado momento familiar, ella pudo verme así. El Alma, la esencia, el Amor, siempre quiere eso para uno. Pero la forma chúcara y habituada al drama es la que la embarra. En un comienzo me había gustado el sueño pero lo encontraba muy extraño y nada que ver con mi historia, pero algo me hizo tomarlo como un mantra de algo venidero y creo que se comenzó a ejecutar. ¿Por qué quise hablar de esto? Porque es verdad lo escrito, no hay imposibles en una situación, aunque se vea negra y si se aplica lo que sabemos, en resultado será siempre distinto. Pero calma, para eso primero tienes que ser capaz de ver esos puntos de inflexión y crisis como el paso necesario y creer en el sueño. ¿Quedó claro? ¡Eso! ¡Vamos que se puede! ¡Querer es poder!