Angélica Vásquez V.
Jorge González lo dijo, claro que usó otras palabras, pero me resonó completamente: por supuesto que no existen placeres culpables. Encuentro hasta cursi el término y yo también lo usé harto tiempo. Otra muestra más de nuestra prudente obediencia a enseñanzas aprendidas que lo único que hacían era perpetuar a lo largo de nuestra existencia la infinita justificación por todo, el terror a ser desaprobados por familia, vecinos, entorno, la señora del negocio, etc. Me sumo a no sentir culpa por nada que me provoque placer si es que este acto no daña a alguien más. Y me lanzo con la lista: reventar una yemita de huevo con un trocito de pan tostado; comprar cebollitas en escabeche en la feria; bailar con coreografía completa alguna canción que pongo en Youtube; comprarme ropa en supermercados, etc., etc., etc... Pero esto va mucho más allá. Placer por seguir siendo busquilla o por sentir que ya estoy plena o que estoy muy lejos de eso. Porque al decir placer culpable va implícita una carga que al menos yo, ya no la quiero en mi vida. ¿Quién puede necesitar cargas? ¿Culpas? ¡Nadie! Por lo menos sabemos que ese nivel de castigo queda fuera. Entonces lancémonos con todo: vestirse con brillos, seguir diciendo que no, bloquear de nuestras redes a personas quejosas. En serio, no puedo creer lo cegados que estábamos ¿quién habrá ejecutado ese plan maestro de ningunearnos tanto? ¿Placer culpable de amar? ¿Culpa de no tener en algún momento determinado algo? ¿Placer y culpa porque me siento bien? ¿Porque me gusta reír, tener horarios libres? Sigamos en la ruta del Amor, sólo placer, nada de culpas… ¿capisci? Ahí van otras pistas de cuando se preguntan que es el autoestima. Es olvidarse de complejos y de vivir para los demás. En esencia... eso es. ¡Qué tengan una mística y mimada semana!