Angélica Vásquez V.
¿Qué será? Me da risa y susto. La sincronía y misterio de las cosas simples. Por ejemplo, compro clorogel, detergente, confort y traperos y en la casa me doy cuenta de que necesitaba también cambiar la esponja para lavar loza. O compro todo, pero me quedo sin detergente a la mitad. Pero no para ahí. Tengo muchos esmaltes de uñas y cada vez que compro uno nuevo le saco el jugo... claro que solo hasta donde yo puedo porque cuando el esmalte va en 3/4 ocupado ya está medio seco y pegajoso y hasta ahí quedó. Siento que es un plan perfecto casi conspirativo para que nunca dejemos de consumir, o sea, es un hecho. Y cuando decidimos consumir algo nos quitan la posibilidad de disfrutarlo hasta el final. Una vez acompañé a una amiga a visitar a su tía que tomaba clases de peluquería, llegamos y escuché que la tintura dura ciertos días porque si fuera muy buena no sería rentable. Los desodorantes en spray que compro ¿los llenan o no? No duran nada y aparte parecen lacrimógenas, desparraman para todos lados y dejan una nube que ya me resulta sospechosa. Aparte de eso todo lo venden en ofertas y promos que no siempre quiero, porque en realidad, no sé si ahorrarme 350 pesos sea tan importante. Como ven, estos casos misteriosos me sorprenden o me dejan picada, no sé. Lo que ya no me sorprende es contar esto tan naturalmente. ¡Qué loco! Es verdad lo que dicen: un día eres joven y luego te fascina pasar por el pasillo de los limpiadores y detergentes, inhalando el aroma a limpio... en serio, ya no me siento cómoda lavando ropa sin ponerle suavizante. Y voy buscando distintos formatos y aromas. Me resulta exquisito. Si tienen datos me los dan porfa, estaré eternamente agradecida. Porque como siempre, si algo me gusta mucho... lo descontinuarán. ¿Qué hacer con esto que me sucede? Nada... me rindo y acepto. También es la Vida sucediendo.