Avanzando a una nueva aula
La educación como la conocíamos hasta 2019 no volverá. No es que la pandemia impida regresar a clases de forma permanente, sino que, tras un año de teleeducación, la forma como entendemos las clases comienza a cambiar. La cátedra de noventa minutos ya no hace sentido a los alumnos, sin embargo, el rol del profesor se vuelve aún más crucial.
El aula invertida comenzará a ser la norma. La idea de esta es simple: la teoría de los cursos la realizan los estudiantes por su cuenta y las sesiones son usadas para plantear dudas y poder profundizar en las materias a través de proyectos, actividades e incluso juegos. Estos permiten a los alumnos convertir las clases en espacios significativos y al profesor conocer el avance real de sus alumnos.
El alumno acude a las clases para obtener lo que no puede de una plataforma online.
Paradójicamente, en tiempos donde la tecnología predomina sobre el contacto humano, el docente hace la gran diferencia, por eso que necesitamos a profesores que entiendan el fundamental rol que cumplen en este nuevo tipo de educación, en que siguen siendo absolutamente necesarios y en cuya planificación recae el éxito final del proceso.
Los alumnos también tendrán que realizar su parte. El aula invertida implica dotarlos a ellos de una mayor autonomía, tomando de esta forma las riendas de su propio aprendizaje. Por lo mismo, en este camino deben ser acompañados por sus profesores, en especial en el caso de los alumnos de educación básica y media, menos acostumbrados a la autogestión del tiempo, pero sí preparados para el uso de herramientas digitales.
Hoy el país parece estar en buen pie para avanzar en este modelo. El aumento de las conexiones a internet, el futuro despliegue de la banda 5G e incluso un profesorado más acostumbrado a la tecnología, parecen ser tierra fértil para hacer crecer el aula invertida.
Columna
Oscar Bidiña, subgerente pedagógico de, eClass