Sociedad del conocimiento a través de fibra óptica
Durante los períodos de confinamiento hemos sido testigos de cómo la conectividad se ha transformado en una herramienta indispensable para continuar las distintas labores desde el hogar, lo que ha generado un mayor consumo de datos para acceder a información, trabajar, educarse, mantenerse en contacto con sus seres queridos o, simplemente, entretenerse.
Los últimos datos de la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) indican que las conexiones de Internet alcanzaron los 3,79 millones a diciembre de 2020 en Chile, un 10,3% más que en igual período de 2019. Además, las conexiones a través de fibra óptica crecieron un 62%, representando el 40,9% del total de las conexiones fijas del país. Hoy hemos de continuar con más fuerza que nunca el buen desarrollo de infraestructura en telecomunicaciones que tiene Chile, que luego de años de inversión privada y regulación pública ha logrado sobre el 50% de hogares del país con conectividad fija y a precios ultra competitivos a nivel mundial.
En ese contexto, herramientas de conectividad de próxima generación como la fibra óptica vienen a ser parte de una solución tecnológica que iluminará al país con servicios digitales, mejorando la experiencia de usuario y abriendo nuevas oportunidades para las industrias.
Esta tecnología será mucho más rápida que las redes 4G, reduciendo la latencia en la transferencia de datos entre 10 a 50 veces, y multiplicando hasta por 100 la cantidad de dispositivos conectados. Así, se beneficiarán directamente las llamadas por Internet, descarga de videos, imágenes, audios y aplicaciones, entre otros.
La masificación de la fibra óptica nos van a permitir pasar a una verdadera sociedad del conocimiento a través del análisis permanente de datos y a través de estos la inteligencia Artificial, posibilitando así saltos disruptivos en productividad y servicios, como por ejemplo una mejor implementación de telemedicina o la educación a distancia de manera de tener abiertas las posibilidades de omnicanalidad.
Eso sí, este nuevo escenario presenta algunos desafíos. Por una parte, se requiere preparar a los ciudadanos, desde el aspecto cultural, para los retos de esta nueva era y lograr contar con un mercado laboral capacitado, lo que nos permitirá, además, no dejar personas rezagadas en el camino. También es crucial invertir en innovación: recordemos que en 2018 Chile gastó sólo un 0,35 por ciento de su PIB en la materia, cuando en promedio los países integrantes de la OCDE destinan el 2,4 por ciento.
Columna
Leonardo González Ramírez, Periodista digital, Universidad San Sebastián