La incertidumbre veraniega de las fragatas portuguesas
Tipificadas como "especie peligrosa" por la OMS debido a su potencial mortal, provocaron el cierre de ocho sectores costeros en la Región de Valparaíso durante ocho días.
Juan Carcovich lleva 14 veranos vigilando el mar. Los últimos cinco en el tercer sector de Aguas Blancas, Maitencillo. Lo que le empuja a este oficio responde a un don que no puede evitar poner al servicio de los demás. "Soy bueno para el agua", asegura, "y si puedo salvar a alguien, aunque no me den las gracias -porque casi nunca me las dan- igual es satisfactorio".
Debieron ser las seis de la tarde cuando encontró las falsas medusas cubiertas de arena frente a su alta silla. Era 28 de diciembre.
Juan recorrió la orilla hacia el norte y hacia el sur, encontrando hasta 50 ejemplares. El más grande no superaba los 20 centímetros. Las recogió con un colador -usado para limpiar el agua de mar, las reunió en un tarro de pintura vacío, dio aviso a sus colegas y buscó a Denisse Morales Ríos por consejo.
Para Denise, administradora de la cafetería Limón del Mar -en el centro del tercer sector- y oriunda de Maitencillo, la respuesta al problema de las fragatas abría el siguiente dilema: dar aviso a las autoridades marítimas, como indica el protocolo; o -entendiendo el perjuicio económico que el cierre de la zona traería a locatarios y concesionarios- enterrar los sifonóforos sin comunicarle a nadie.
Carcovich, como salvavidas, entendió que el fondo del asunto era ético, y contactó a la autoridad correspondiente, la gobernación marítima. Según su testimonio, la teniente Catherine Medina atendió al llamado y solicitó pruebas gráficas de los especímenes descubiertos. Enviadas y recibidas, la institución inició entonces las gestiones para el cierre de la playa.
El guardacostas, en tanto, selló el contenedor y lo guardó en la cafetería de Morales.
Al día siguiente -29 de diciembre- la Secretaría Regional Ministerial de Salud decretó el cierre provisorio de Aguas Blancas, con presencia de representantes de la municipalidad de Puchuncaví, del Cesfam, de la Capitanía de Puerto y de la prensa.
Denise critica a la Gobernación Marítima: "llegaron con unos papelitos -el decreto- y cuando le pedimos fotocopias para repartirlas, nos dijeron que sí, y nunca cumplieron".
Juan Carcovich enterró el contenedor al atardecer, cerca de las rocas del sector norte, a unos tres metros de profundidad. "Bajo la arena seca", puntualiza. "No las íbamos a tirar a la basura", comentó al respecto, "cuando el triturador empezara a funcionar, el veneno podría infectar a los trabajadores".
Durante los días que siguieron, los rescatistas y la administradora recorrieron la arena, encontrando, cada tanto, una o dos fragatas portuguesas muertas, notificadas a las autoridades.
CORRIENTES CÁLIDAS
Similar a la de Carcovich es la historia de Felipe Gutiérrez y Esteban Araya en la playa del Deporte.
Felipe, que apenas lleva un año de desempeño como rescatista tras dos postulando al puesto, contó 25 ejemplares mientras las recogía con una palita. Al igual que en Aguas Blancas, ningún neumatóforo (el flotador azul que permite a esta especie moverse con las corrientes de aire y flotar) superaba los diez centímetros. Es decir, eran especímenes juveniles. Esteban encontró otras tantas, y en total, ese sector costero viñamarino registró unas 100 fragatas portuguesas de tamaños variados.
Araya sostiene que "en cinco veranos de rescatismo nunca había visto tantas. Ahora, al principio, las que salían eran pequeñas y eran pocas", recuerda, "luego fueron llegando más".
Los salvavidas se adentraron, tras la limpieza, unos diez metros en dirección al piélago, donde una corriente cálida los sorprendió. "A Felipe lo agarró una jibia" dice Esteban, y el aludido asiente. Continúa y explica que "son esas corrientes las que traen a la fragata durante la noche, y a otras especies, como la misma jibia o las toninas".
Como en Puchuncaví, las carabelas fueron enterradas. Esta vez junto a la enfermería costera, a tres metros bajo la arena.
eL CIERRE
Felipe Chellew es instructor de surf y dueño -desde el 2014- de la Beach House/Escuela de Surf de Aguas Blancas. Ubicada sobre el "sector cero" de la bahía, el local es una estructura de madera suspendida sobre arena y rocas. Funciona como cafetería, tienda de recuerdos, y almacén de tablas de surf.
Chellew inició su recorrido en el deporte que hoy instruye, en la ensenada vecina de El Abanico. Tras formarse con instructores como Francisco Álvarez -uno de los primeros surfistas profesionales de Chile- y aprender a amar esta acuática actividad, trabajó como instructor en las mismas escuelas. Fue natural, luego, buscar armar la suya propia.
El surfista impulsó colaborativamente el proyecto de la Beach House, pensada desde el principio como una escuela y cafetería. Sin embargo, una marejada destruyó el local, además de la sociedad con la que surgió la iniciativa. A partir de ese punto inició un nuevo proyecto, y los últimos nueve meses siguientes los invirtió en eso.
Para locatarios como Felipe el verano es crítico. "Hay ocho fines de semana en toda la temporada", contabiliza. "En ellos tienes que hacerte las lucas para el año, y lo que ganas un par de días es relativo a lo que otros emprendimientos hacen en uno o dos meses". El efecto se acentúa sensiblemente si la fecha cae en el cambio de año.
bANDERAS aMARILLAS
La teniente Paula Barrientos -de la Capitanía de Puerto de Quintero- en conversación con CNN Chile el 29 de diciembre, explicaba que la duración del decreto estaba sujeta a la aparición del hidrozoo en las costas clausuradas.
El documento establece que deben pasar 24 horas desde el avistamiento del último espécimen varado para levantar la restricción.
Sin embargo, Barrientos no descartó que es "muy probable que sigan apareciendo ejemplares en otras playas".
Otras dos bahías de la comuna de Puchuncaví quedaron adscritas al decreto ministerial de Aguas Blancas: Quirilluca y La Luna. En año nuevo, la seremi puso la bandera amarilla, por las mismas razones, en las localidades costeras de Chépica -A y B- en El Tabo, y en la Playa del Deporte, en Viña del Mar. Dos días después, Cachagua, en Zapallar sufría la misma suerte.
El 4 de mayo del 2020 la autoridad sanitaria registró más de 200 fragatas en Ancud. El 23 del mismo mes, alrededor de 500 fueron halladas en el borde costero de Quemchi. Ambas localidades en Chiloé. Entre los días 9 y 11 de marzo del 2017, la Capitanía de Puerto de Lebu registró un número no precisado de Physalia physalis en las arenas de Quidico -Tirúa-, en Millaneco y Larga en Lebu. Antes, en 2015, cerraron Papudo, Las Conchitas, Los Enamorados y El Durazno, en Quintero.
Los registros más antiguos se remontan a 1938, en las islas de Juan Fernández y Rapa Nui. En ese entonces no se usaban banderas amarillas para indicar precaución.
¿qUÉ HACER?
Es 4 de enero, el día en el que la gobernación levantó el cierre costero. Pilar Andrade está de visita en Aguas Blancas tomando el sol. No estaba informada de la fragata. Ante la exposición del tema, su cara muta en una expresión de sorpresa y temor no bien escucha los efectos que los mil cnidoblastos microscópicos disparados al instante por un minúsculo tentáculo pueden tener en las personas.
"Debería estar mejor señalizado", menciona, volteándose a ver el mar donde chapotean sus hijos, a metros de la bandera amarilla que aún flameaba en el balneario.
Al escuchar el comentario, Denise se sonríe. "Tengo el tremendo cartel sobre el covid y me mandan igual a los niños sin mascarilla a comprar. La gente no entiende". Pero advierte que quienes bajan a bañarse con la bandera amarilla y no siguen los protocolos del virus, son justamente quienes vienen de paso.
El decano de la facultad de Ciencias del Mar de la Universidad de Valparaíso, doctor Ricardo Bravo -ver entrevista aparte-, explica que ante el contacto con una fragata portuguesa "lo primero es evitar rascarse o frotar la piel en que se produjo el daño por el roce con los tentáculos del hidrozoo". Además, advierte que "nunca se debe usar agua dulce para lavar la zona (ni vinagre u orina), pero sí se puede lavar la piel con agua salada".
El académico expone que el agua dulce "genera un cambio osmótico, haciendo que se disparen más células con veneno". La sugerencia del experto es aliviar la sensación de quemadura característica de la physalis con "compresas frías por varios minutos (unos 10), usando una bolsa de plástico llena de hielo, muy protegida dentro de otra bolsa plástica, para que el agua dulce no entre en contacto con la piel dañada".
"El frío favorece la desnaturalización de la toxina y evita que pase a la sangre", donde los efectos sobre la fisionomía afectada pueden aumentar, agrega. Las medidas deben ser tomadas de inmediato, sin que medie más de una hora desde el contacto entre el ejemplar y la persona. Si, tras los primeros auxilios, el afectado sigue con temblores, náuseas o dificultades respiratorias, se debe llevar con urgencia a un centro médico.
No obstante, el científico aclara que "las picaduras son roces casuales de los tentáculos con la piel. No existe por parte del animal una conducta agresiva para 'picar'".
Respecto al potencial peligro de enterrar cien fragatas portuguesas altamente venenosas en un mismo compartimiento, el doctor Bravo recuerda a su colega Roberto Koch, que, en los albores de la microbiología, descubrió que enterrar a los animales tóxicos era la solución definitiva al problema social que representan en nuestras playas.