Cómo surgió la "Ciudad del Niño Ricardo Espinosa"
El espacio, ubicado a un costado del Camino Los Carros de Hualpén, entrega importante ayuda a menores necesitados del Gran Concepción y de otras ciudades del país. El Padre René Inostroza fue clave en la consolidación del proyecto.
Es imposible calcular o dimensionar la importancia de la labor efectuada por la "Ciudad del Niño Ricardo Espinosa" en sus casi siete décadas de funcionamiento. La cantidad de huérfanos apoyados por esta institución es enorme y continúa prestando un servicio social fundamental en nuestra zona.
La historia de esta obra se remonta a la década de 1950, cuando el sacerdote católico René Inostroza Arriagada la impulsó.
Inostroza nació el 4 de noviembre de 1914 en Concepción y sus padres, Dionisio y Blanca, eran oriundos de la comunidad de Rere. Estudió en el Colegio San Ignacio de Concepción y en el Liceo de Hombres de la misma ciudad, en donde terminó las humanidades. Al profundizar en los intereses de Inostroza durante su juventud queda clara su vocación social. Luego de varios esfuerzos, fundó un centro cultural católico mixto con el apoyo de los padres Dominicos.
Ingresó al Seminario Conciliar de Concepción el 13 de marzo de 1934 y tras terminar sus estudios de Filosofía y Teología, se ordenó de sacerdote el 30 de noviembre de 1941.
René Inostroza estuvo cinco años en la Parroquia San Miguel de Los Ángeles y a principios de los años 50 se dio la ocasión de que arribara a Talcahuano.
El Arzobispado de Concepción lo designó vicario ecuménico de la parroquia Todos los Santos Arenal mientras se definía al nuevo párroco.
Con el paso del tiempo, el padre Inostroza realizó una importante obra social en el lugar, lo cual convenció a las autoridades eclesiásticas de la época a nombrarlo párroco en propiedad.
Es justamente, desarrollando su labor en Todos los Santos Arenal, que el padre Inostroza detectó un grave problema: la vagancia infantil.
Muchos niños acudían a la parroquia solicitando apoyo y alojamiento, siendo llamativo el hecho que no se trataba de niños solo de Talcahuano, sino que, de otras ciudades, como Santiago, Antofagasta y Punta Arenas, por mencionar algunas.
Poco tiempo transcurrió antes que el padre Inostroza se pusiera manos a la obra con el propósito de crear un hogar para niños de la calle y huérfanos. Contó su idea a los feligreses y comenzó una campaña para cumplir con tal objetivo.
Los medios de comunicación social locales divulgaron las intenciones del sacerdote.
Encontrar un lugar en donde instalar un albergue para los niños no fue tarea sencilla.
En un inicio se pensó utilizar dependencias de la parroquia de San Vicente, pero no se contaba con personal para atender a los residentes.
El padre René Inostroza se entrevistó en Santiago con el padre Alberto Hurtado, quien había comenzado su labor en el Hogar de Cristo. Gracias a los oficios del padre Hurtado se había abierto un hogar en Colina, el que, para su atención, se contaba con el apoyo de los padres Siervos de la Caridad de Italia.
El padre provincial de esta congregación, Pedro Calvi, estaba en Colina durante la visita de Inostroza y conversaron acerca del proyecto. Calvi ofreció su ayuda en las gestiones.
Era un aporte importante, pero se mantenía la duda del lugar dónde ubicar el hogar. Se descartó San Vicente por falta de espacio, ya que se requerían, por lo menos, tres hectáreas para la iniciativa. Inostroza se entrevistó con Carlos Macera, dueño del fundo San Miguel.
Si bien Macera tuvo la disposición de ayudar, la Ley Agraria no permitió parcelar el terreno, no obstante, Macera le dio el dato a Inostroza de terrenos disponibles pertenecientes a la educadora penquista Carmela Romero de Espinosa, quien poseía un liceo, el que después quedó bajo la responsabilidad de las Madres Dominicas.
El padre René Inostroza le planteó su idea a Carmela Romero, quien, finalmente, accedió a donar los terrenos situados en el paradero 120, en el camino a Talcahuano, por la antigua ruta de Los Carros, hoy calle Alemparte.
El abogado Carlos Larenas realizó los trámites legales para oficializar la donación. Por lo que, cumplidas todas las gestiones, Carmela Romero de Espinoza, el padre Calvi y el padre René Inostroza acudieron a firmar ante el notario público Osvaldo Cruzat la escritura en la cual constaba la sesión de 35 hectáreas, con la única condición que la obra llevara el nombre del esposo de Romero, Ricardo Espinosa, en cuyo recuerdo hacía la donación. Tal escritura pública se firmó el 23 de mayo de 1951.
Era un importante avance en las pretensiones del párroco de Arenal, pero aún faltaba mucho por hacer para concretar esta importante obra social, lo cual conoceremos la próxima semana, en la segunda parte de esta crónica.