Batalla de Lagunillas: prueba de valor para mapuches y españoles
La Batalla de Lagunillas fue una batalla enmarcada en la guerra de Arauco, acaecida el 8 de noviembre de 1557 en la actual comuna de Coronel.
Entre las épicas batallas libradas en nuestro territorio durante la Guerra de Arauco entre españoles y mapuches, destaca la Batalla de Lagunillas. A la muerte de Jerónimo de Alderete quien era el gobernador de Chile, el virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, nombró a su hijo de 21 años, García Hurtado de Mendoza, como nuevo gobernador del territorio.
Una vez designado en el cargo, se embarcó para Chile con una comitiva de 450 hombres, entre los que contaba Alonso de Ercilla. Llegó a La Serena y tomó posesión de su cargo en 1557.
Al llegar a Santiago, una de sus primeras medidas fue apresar y enviar al Perú a Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra por las disputas que sostenían en la época por la sucesión de Pedro de Valdivia, la cual se zanjó con su llegada.
En su rol de gobernador, le correspondió realizar la campaña de pacificación de Arauco. Para lo cual organizó un ejército compuesto de 500 españoles y cerca de 4.000 "indios auxiliares".
El 7 de noviembre de 1557, en la ribera sur del río Biobío se encontraba todo el ejército español. A las tropas salidas desde Concepción, se habían sumado un refuerzo llegado desde La Imperial. El gobernador emprendió la marcha el mismo día, dejando unas tropas al cuidado de las embarcaciones que quedaban en el río.
Como una procesión
El ejército español avanzaba con la vista similar a la de una procesión religiosa. Un primer cuerpo de 50 exploradores adelantados a caballo, seguidos por 12 sacerdotes que portaban la cruz en alto. Detrás de ellos y escoltado por su compañía que hacía de guardia, viajaba García Hurtado de Mendoza, y junto con él, el resto del ejército español.
Comparado al ejército de Valdivia, el cual era escaso, el ejército de Hurtado de Mendoza era numeroso y perfectamente equipado. Los soldados estaban provistos de cascos y corazas, así como de las mejores armas de aquel tiempo. Ofrecían a la vista de los cronistas de la época una imagen capaz de imponer presencia y desalentar a enemigos, los que no eran empecinados ni resueltos como resultaron ser los guerreros araucanos.
A poco andar y sin alejarse mucho de las orillas del río, para tomar el camino de Arauco, el ejército español decidió acampar en un llano desierto cubierto por un grupo de árboles. Al lado del campamento, se extendía una laguna de poco fondo, rodeada por laderas de los cerros que se desprenden de la Cordillera de la Costa.
Nada parecía indicar a los españoles que hubiese peligro en pernoctar en el lugar. Sin embargo, García Hurtado de Mendoza fue advertido por "indios auxiliares" sobre la presencia del enemigo en las inmediaciones. El joven gobernador quería evitar un combate nocturno para su ejército, ya que podía resultar peligroso para los españoles. Subió a un cerro vecino con la intención de explorar el campo y al no descubrir riesgo, decidió enviar al capitán Reinoso con un avance de 20 jinetes para adelantar la exploración. Los mapuches estaban allí cerca. Habían esperado a los españoles para atacarlos en el paso del río algunas leguas más arriba, pero al verse descubiertos, se dirigieron al oeste entre los cerros cercanos para cortarles el camino hacia el interior de sus tierras. Dos soldados fueron asaltados por un número considerable de naturales. Uno de ellos, llamado Hernando Guillén, fue descuartizado por los mapuches. El otro, Román de Vega Sarmiento, logró salvarse y dar aviso de la proximidad del enemigo.
El capitán Reinoso, por su parte, también se había encontrado con naturales por otro lado. Hallándose lejos del cuartel general, se vio acometido por gran número de mapuches contra los cuales no podía dar batalla con los escasos soldados que lo acompañaban. Dio aviso a su campamento y comenzó a retirarse. Sin embargo, las condiciones del terreno, la abundancia de charcos y de pantanos, no permitía a sus caballos andar rápido para huir de la persecución. En algunos pasos se vio obligado a dar pelea. Aunque en estos choques los españoles casi no perdieron hombres, el solo hecho de su retirada envalentonaba a los mapuches y les infundía confianza en el resultado del día.
Si bien el campamento español estaba bajo alarma y los soldados se ordenaban bajo sus estandartes, reinaba entre ellos la inquietud por la fama del valor indomable de los mapuches y por la inexperiencia del general en jefe.
Primer enfrentamiento
García Hurtado de Mendoza envió al maestre de campo Juan Remón a adelantarse con otros 30 hombres y reforzar al capitán Reinoso. Esto sirvió para favorecer la retirada de las primeras tropas en combate, pero en el ardor de la revuelta los soldados comprometieron imprudentemente la batalla, arremetiendo contra los mapuches con todos los soldados que formaban las fuerzas de Remón y Reinoso.
Esta carga de 50 jinetes dio contra los araucanos que habían perseguido a los españoles, los que caían atropellados por los caballos, heridos por lanzas y espadas. Los naturales se vieron obligados a volver para reunirse a su ejército. Los españoles los persiguieron un largo trecho haciendo destrozos entre ellos, hasta que llegaron a encontrarse con una masa numerosa y compacta de mapuches, por lo que, vistos en desventaja, se vieron forzados a la retirada.
El desenlace de este enfrentamiento lo analizaremos la próxima semana.