Vocación de colectivero: Mucho más que conducir un automóvil
En el Día del Conductor de Taxis Colectivos, choferes penquistas cuentan sus historias, y cómo es el día a día frente al volante en un rubro cada vez más difícil de sobrellevar.
Los taxis colectivos son una alternativa cada día más utilizada por los chilenos. Una alternativa a otros medios de transporte preferida por su rapidez; así como por la certeza del cobro y seguridad.
Ese es uno de los fundamentos que llevaron al Congreso a decretar cada 15 de agosto como el Día Día de los Trabajadores de Taxis Colectivos, conmemoración que desde 2018 se viene realizando y que viene a reconocer la importante labor que realizan quienes se sientan al volante por largas horas, ofreciendo un servicio ya tradicional entre sectores céntricos y poblaciones de todo el país, y por cierto, del Gran Concepción.
una vida al volante
Gerardo Torres sabe de sobra lo que significa ser colectivero. "Llevo 43 años, toda una vida manejando. He conocido a demasiada gente, nunca pensé que iba a quedarme en este oficio, y lo hice mi profesión. Orgulloso de las vivencias que he tenido", cuenta Gerardo, residente del sector Cosmito.
Tras enterarse de que necesitaban conductores en una línea de Barrio Norte, se fue a presentar, y quedó de una. "Empecé como chofer, pero vi que el negocio era rentable. Hablamos en la línea y para poder entrar teníamos que comprar un auto de la misma línea, un Chevi Chevette. Pero cuando varios compramos el auto, nos rechazaron, así que armamos un grupo y entramos como "pirata". Eramos tantos que al final nos llamaron para ingresar a la línea, sin pagar siquiera la incorporación", recuerda Gerardo con risas.
Desde ahí, en 1980 aproximadamente, no paró más de manejar, siendo conocido incluso para la mayoría de sus pasajeros.
De hecho ha visto pasar generaciones sentadas en los asientos de su auto. "Yo trasladé a niñas que estudiaban, y ahora llevo a sus hijos al colegio, me conoce mucha gente. Y siempre pasan cosas, experiencias. Una que recuerda, aprovechando que el colectivo antes tenía su techos amarillo, se fue a trabajar de taxi a la Ferbio. "Tuve la suerte de llevar a Buddy Richard, al maestro Horacio Saavedra, a su baterista, a Platón Humor", recordó.
Mientras que algo recurrente es la pérdida de objetos de los pasajeros. "Una vez a un caballero que se bajó pasado la línea del tren se le quedó la billetera. Iba a limpiar el auto y la encontré. La tomo y tenía hartos documentos, tarjetas Visa, la empecé a revisar y eran vales por más de 20 y 30 millones de pesos. En dinero tenía solo 4 mil pesos. Le entregué la billetera a la inspectora de la línea y me fui a la casa. Al llegar me llaman y me dicen que el caballero de billetera me quería conocer. Yo ya estaba en mi casa, y el caballero me dio las gracias, me dijo que me quería agradecer y me pidió la cuenta rut. No sabía si dársela. Al rato vi que me había depositado 70 mil pesos", repasa Gerardo, quien ha vivido de todo al volante. "He tenido que llevar a personas rápidos al hospital, salirme de recorrido. Una vez un reo me dijo si lo podía llevar rápido, porque tenía que entrar a hacer la nocturna. Con el apuro me salí de recorrido y no me di cuenta que anduve como cuatro cuadras contra el tránsito", repasa entre risas, feliz de seguir siendo conductor a sus 69 años. "Ayer fui a pedir hora para renovar mi licencia, me siento útil todavía en esto, así que acá voy a seguir", cerró.
ellas también
No son muchas las mujeres al volante en este rubro, pero las que hay, lo hacen por vocación y gusto.
Es el caso de María Riquelme, quien lleva 12 años manejando, y quien ha hecho de este trabajo ya parte de su vida.
"Estuve un año como chofer, trabajaba otra persona y en 2013 me compré mi auto, con ayuda de mi papá y ahí empecé. He tenido buenas experiencias, de hecho acá conocí a mi esposo, él también trabajaba en la Línea 2 era mi colega primero. Acá ya me quedé, me gusta trabajar acá, el ambiente es ameno en el sector a una ya la conocen, uno desaparece un día, dos días y la gente la extraña, porque ya se hace familiar el público, los pasajeros, los conductores, se conocen prácticamente todos", cuenta.
"Al principio lo que más me costaba era eso de manejar y cobrar el pasaje, dar el vuelto, pero con el tiempo uno se acostumbra", expresa la conductora, ya acostumbrada también a encontrar y devolver bolsas del supermercado, carteras, paraguas y hasta maletas olvidadas por los pasajeros. "Pasa siempre, porque andan apurados", dice. Y acostumbrada también a todo tipo de pasajero, aunque lamenta, eso sí, que hoy ya no es como cuando comenzó. "La gente anda muy agresiva, algunas personas suben y ni saludan, uno les dice buenos días, pero ellos suben, te pagan el pasaje cuando se bajan, no te dan ni las gracias, o hasta luego. Son los menos en realidad, pero no me hago problema", comenta con su alegría de siempre, lista y dispuesta para una nueva jornada de trabajo al volante de su colectivo.
"Nunca pensé que iba a quedarme en este oficio, pero lo hice mi profesión y me siento orgulloso".
Gerardo Torres, conductor.