Delincuencia
De los mecheros, los lanzas, los carteristas y del ladrón ocasional, hemos pasado a delincuentes que no tienen ni ley ni Dios, que desprecian absolutamente la vida humana y que son capaces de hacer cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos, siempre vinculados al dinero y al poder.
La ciudadanía está choqueada con los cadáveres desmembrados esparcidos por la ciudad, así como por la cada vez mayor cantidad de asaltos, de robos a mano armada y de balaceras. El miedo abunda por doquier. Las calles están desiertas a tempranas horas de la noche para darle paso a los fuegos artificiales y a quienes se han adueñado de los espacios que nos pertenecen a todos.
Este desolador panorama no es aislado: crece cada día y a gran velocidad. Ya hay indicios de que estamos frente a bandas de crimen organizadas, muy poderosas, sin respeto alguno por nada ni nadie, que se rigen por sus propias leyes, tienen sus propios territorios demarcados y hacen lo que quieren con total impunidad. Hasta hace poco nos jactábamos de que esas cosas en Chile no sucedían: "éramos los ingleses de Latinoamérica".
Creo que el gobierno debe preguntarse seriamente dos cosas. En primer lugar si está consciente de la real dimensión del problema que nos aqueja como sociedad y en segundo lugar, si tiene la capacidad política, persecutoria, policial y judicial para hacerle frente. Y ello de manera rápida.
Si no existe un diagnóstico certero, bien fundamentado y creíble por la población, todas las medidas que se tomen serán insuficientes y con resultados débiles o inexistentes. Y, si no es capaz de asumir esta situación, por falta de recursos, de capacidad técnica y de destrezas, es mejor que lo diga abiertamente y se deje ayudar por quienes tienen más experiencia. Eso es lo sensato. Lo que está en juego no son bienes materiales, sino que la vida de personas que quieren vivir en paz.
Este escenario puede presentar riesgos que deben ser advertidos: por un lado, esta incertidumbre podría empujar a la población civil a tomar la justicia por sus manos. Eso sería un desastre nacional cuyas consecuencias son difíciles de prever. Y, por otro lado, en materia política, pueden emerger figuras que proclamen la restricción de las libertades de toda persona sospechosa, tal como está pasando en algunos países de Centroamérica, en pos de garantizar la seguridad de la población. Aquello causaría un enorme daño a la democracia y al estado de derecho que con tanto sacrificio hemos ido construyendo.
El gobierno tiene la misión y la obligación de generar condiciones de seguridad aceptables para que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos y cumplir con sus deberes. Es una tarea insustituible, irremplazable e instransferible. Ha llegado el momento de darle prioridad a la seguridad que demanda la población. El horror de lo que se está viendo día a día así lo exige. Y, así como van las cosas, cada día será peor.
Columna
foto denuncia
autos mal estacionados
En diversos puntos del centro de Concepción se suelen observar vehículos particulares mal estacionados, frente a soleras pintadas de amarillo que indican tal prohibición. Se arriesgan a elevadas multas.
imagen de la ciudad buses de locomoción colectiva
El transporte público sigue siendo la alternativa de movilización más utilizada en el Gran Concepción. Las líneas llegan a cientos de barrios de la conurbación penquista.
foto denuncia
cables en el piso
En la esquina de las avenidas Chacabuco y Arturo Prat de Concepción, parte del cableado que va por sobre los postes, se encuentra en el piso. La situación genera evidente preocupación entre los vecinos del barrio.
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